Parte del problema.- La denuncia la hemos leído y escuchado en otros procesos electorales, siempre con tono de alarma y a modo de advertencia, pero en esta ocasión la cosa va en serio, pues se trata de una amenaza real y verdadera. Y no porque lo diga el doctor Vincho Castillo, quien siempre está machacando sobre el tema, o el senador banilejo Wilton Guerrero, quien ha prometido ofrecer a las instancias correspondientes los nombres y apellidos de los precandidatos ligados al narcotráfico para que actúen en consecuencia, sino porque nunca como ahora habíamos sentido tan cercana la presencia del flagelo, tan parte de nuestra cotidianidad, enmascarado de una y mil formas distintas, extendiendo sus insidiosos tentáculos por todas partes, sin respetar ninguna institución, ninguna puerta, ningún despacho. Sino que le pregunten a la Policía, al Ejército, a la Marina de Guerra (la Matanza de Paya es una herida abierta que no ha parado de sangrar), la Dirección Nacional de Drogas (DNCD), la justicia y el mundo de los negocios, donde funcionan auténticas lavanderías del abundante dinero que genera esa infame actividad, y paro de contar porque no hay suficiente espacio.
Por eso no debe extrañar que el próximo objetivo a conquistar sea el poder político y las influencias que se consiguen desde el Congreso y los ayuntamientos aprovechando el terreno fértil que proporcionan la codicia y la ausencia de escrúpulos de nuestra clase política, y no parece que sean los partidos políticos, cada vez más débiles, cada vez más sometidos a los intereses de sus cúpulas, los que sirvan de cedazo, como sugiere el doctor Julio César Castaños Guzmán, presidente de la JCE, a la infiltración del narcotráfico y sus personeros disfrazados de mansas ovejas, pues son parte fundamental del problema.