Desgeneralización.- Si la palabra que hoy sirve de título a esta entrega no aparece en ningún diccionario, sépase que la culpa no es de un servidor sino del nuevo jefe de la Policía Nacional, el mayor general Manuel Castro Castillo, quien con un solo remeneón de mata (otros prefieren llamarlo ciclón batatero) dejó sin funciones a 28 de los 58 generales conque cuenta la institución, y en su lugar nombró a igual número de coroneles. Esos coroneles, graduados todos del Instituto Policial de Estudios Superiores (IPES), ocuparán cargos tan estratégicos como la Dirección Central Antinarcóticos, Asuntos Legales, Central de Inteligencia Delictiva y Recursos Humanos, entre otros, y está claro que su designación será un sello distintivo de su jefatura, en su declarado interés de dar cumplimiento a la Reforma Policial que adecuará la institución a los nuevos tiempos. ¿Qué pasará entonces con tantos generales ociosos? Absolutamente nada, y ese es precisamente el problema. El exceso de generales en nuestros cuerpos armados y policiales se viene arrastrando de viejo, y como nadie le planta cara a una situación que alcanza ya niveles surrealistas, para no decir ridículos, hemos terminado haciéndonos los desentendidos ante una realidad que tanto da pena como vergüenza y que urge cambiar. ¿Empezaron ya esos cambios? Es demasiado pronto para adelantar nada. Mientras tanto en la Policía, donde también se vienen quejando (por lo bajo, desde luego) del tapón que han creado todos esos generales que no permiten que asciendan muchos coroneles que ya se ganaron ese derecho, le buscaron una solución a ese problema, y hasta es probable que de ahora en adelante la institución marche mejor. Claro está, eso abriría la posibilidad de que la desgeneralización se extienda a las Fuerzas Armadas, donde el almirante Sigfrido Pared Pérez está a la espera de que la nueva ley orgánica de la institución le resuelva el problema sin ensuciarse las manos ni ganarse enemigos. Cuestión de estilo.