Qué se dice

Qué se dice

Muchos piensan que se trata del célebre pleito del huevo y la piedra, citado cada vez que hace falta ilustrar la desigualdad de una confrontación en la que solo puede haber un perdedor, aunque esa generalizada percepción no implique que la Asociación Nacional de Detallistas de Gasolina (ANADEGAS) se cruce de brazos a esperar el fatal desenlace. Desde hace más de un año los detallistas independientes de gasolina, con el ingeniero Juan Ignacio Espaillat a la cabeza, vienen librando un enconado tirijala en dos frentes distintos, pero igualmente desventajosos: con la secretaría de Industria y Comercio, en reclamo de un mayor margen de beneficios en la comercialización de los combustibles, y con la multinacional Shell, que según ANADEGAS pretende sacarlos por la fuerza de un mercado en el que, al parecer, no todos caben. Decididos a llevar su pleito «hasta las últimas consecuencias», como suele decirse, los detallistas intentarán revertir una máxima que no solo es válida en el competitivo mundo de los negocios sino también en la Naturaleza, mucho más implacable en sus reglas: el pez grande siempre se come al chiquito.

Etica electoral

A riesgo de incurrir en una obviedad hay que señalar, por si algún despistado todavía no se ha dado por enterado, que no podía llegar en un momento más oportuno el Código de Etica Electoral de Participación Ciudadana, que busca propiciar el debate de las ideas y las propuestas de soluciones a nuestros múltiples problemas, que en esta campaña electoral, dicho sea de pasada, han brillado por su ausencia. La preocupación del movimiento cívico, sin embargo, va mucho más allá de exigir a nuestros políticos que formulen propuestas concretas a problemas muy concretos, sino que también sugiere controles a la utilización de los recursos del Estado para favorecer un partido o candidato, entre otras interesantes y atendibles sugerencias. El problema es que ese código ético, que se entiende no solo oportuno sino también necesario, no parece encontrar un terreno propicio, fértil, sobre el que pueda echar raíces. Basta abrir los periódicos para comprobarlo.

Crónica roja

No se trata, por supuesto, de la amenaza de la que nos viene advirtiendo, desde hace bastante tiempo, el mayor general José Miguel Soto Jiménez, secretario de las Fuerzas Armadas, pero el hecho de que sea cada vez más frecuente leer o escuchar que ciudadanos haitianos son involucrados en crímenes violentos debería servir, por lo menos, para ir desmontando la generalizada creencia, evidentemente falsa, de que nuestros vecinos son gente pacífica y que no se mete con nadie. El brutal asesinato de una joven oficial del Ejército Nacional y su esposo, que la Policía Nacional atribuye a dos vigilantes de nacionalidad haitiana actualmente prófugos, no tiene porqué ser, necesariamente, otro ejemplo mas de los nocivos efectos de una migración que hemos sido incapaces de regular en función de nuestros mejores intereses, pero sería un grave error, que tarde o temprano terminará pesándonos, pasar por alto la frecuencia conque nuestra crónica roja incluye a los haitianos entre sus principales protagonistas.

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