Qué se dice

Qué se dice

Cualquiera que en los últimos días se haya visto en la necesidad, porque de eso se trata, de asistir a cualquiera de los puestos de ventas populares que instala el INESPRE, supuestamente para vender alimentos a bajos precios a los sectores más empobrecidos de la población, puede dar fe del indignante espectáculo del que fueron testigos reporteros de este diario el pasado fin de semana. No solo se trata de los empujones y vejaciones a los que se somete -no importa si se trata de mujeres, niños o personas mayores- a quienes acuden a esos puestos a intentar comprar un poco de arroz o algunos cuantos víveres, sino que también llueven las denuncias de que una «mafia», que controla la distribución de los tickets, los vende a sobreprecio y desvía parte de esa mercancía hacia colmados y almacenes. Se trata, evidentemente, de una denuncia muy seria, que precisamente por eso alguien debería ocuparse de indagar y esclarecer. Pero en lo que se averigua el caso, que ojalá sea pronto, hay que buscar la forma de organizar esos mercados sin tener que someter a esa pobre gente a tantas humillaciones y maltratos.

[b]Pandillas juveniles[/b]

Ya ocurre, con alarmante frecuencia, en La Vega, Moca, Santiago, Barahona, San Francisco de Macorís y pare usted de contar, pues probablemente no haya un solo rincón de nuestra geografía donde no se dejen sentir, como una seria amenaza a la tranquilidad ciudadana, las temibles pandillas juveniles. El pasado fin de semana se reportó que en Puerto Plata, la llamada Novia del Atlántico, jóvenes pandilleros se batieron a tiros, con un saldo de dos personas heridas, en uno de los barrios de la parte sur de la ciudad, donde los vecinos, principales víctimas de esos desmanes, dicen vivir en permanente desasosiego. Lo mismo han dicho, palabras mas palabras menos, en Moca, donde la pasada semana juntas de vecinos y organizaciones cívicas realizaron una marcha para llamar la atención sobre el terrible drama al que se enfrentan. Pero es obvio que esa marcha, o salir a cazar, al mejor estilo de nuestra Policía Nacional, a esos violentos muchachos, resultan insuficientes para enfrentar un problema social para el que debemos empezar a buscar respuestas urgentes antes de que sea demasiado tarde.

[b]Coordinaciones[/b]

El ministro francés de Relaciones Exteriores, Dominique Villepin, se ufana, con la típica inmodestia gala, de la «perfecta coordinación» que hizo posible la partida del presidente Jean Bertrand Aristide hacia la República Centroafricana, tras mantener intensos contactos telefónicos con el secretario de Estado norteamericano Collin Powel. Según monsieur Villepin la concertación lograda con Estados Unidos, desde el momento mismo en que la crisis haitiana entró en una peligrosa cuenta regresiva, evitó que la situación se estancara de manera indefinida o que se desbordara una violencia que, en las presentes circunstancias, solo podía traer consecuencias catastróficas para la región. Esa eficiencia, desde luego, no sorprende tratándose de los grandes amigos del pueblo haitiano, pero también hay que decir que la partida de Aristide no es, ni mucho menos, una victoria solo atribuíble a los orgullosos franceses y americanos, pues hay que reconocer también, si se quiere ser justos, los aportes que hemos hecho de este lado de la frontera a una salida del poder tan bien coordinada.

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