Qué se dice

Qué se dice

Quizás lo más prudente sea, como propone el diputado reformista Nelson Núñez, que se someta a vistas públicas el llevado y traído contrato mediante el cual se arrendarían las infraestructuras turísticas de Samaná, como única manera de sacar algo en claro de todo este embrollo, pero sobre todo para que los beneficiarios de ese arrendamiento tengan la oportunidad de saber en qué consistirán esos supuestos beneficios y a quién tendrán que agradecérselos. Será la mejor forma, también, de enterarnos si se pretende incluir, entre esa «infraestructura turística», las áreas protegidas por la ley de Medio Ambiente, o qué pasará -en este país nunca se sabe- con las ballenas jorobadas que durante cuatro meses convierten las cálidas aguas de esa hermosa bahía en un acogedor refugio donde aparearse y parir sus crías.

[b]Huelgamanía[/b]

Habrá que ver cómo se toman los médicos este nuevo desplante de los diputados, que decidieron tomarse un merecido descanso hasta el próximo 16 de marzo, a pesar de que se habían comprometido con los médicos que acudieron el jueves al Congreso Nacional a reintroducir, tan pronto se abriese la nueva legislatura, el proyecto de ley que busca gravar en un 40% el tabaco, las bebidas alcohólicas y los juegos de azar, que sustentaría el aumento del 100% que reclama el Colegio Médico Dominicano. Los médicos, que tienen prevista otra huelga, de 48 horas, para la próxima semana, dicen no estar dispuestos a ceder en sus reclamos, pero independientemente de la justeza o no de esas demandas no parece probable que sea gracias a la huelgomanía de la que se han contagiado, que solo hará más penoso el calvario de los infelices que acuden a los hospitales públicos, que logren ese anhelado aumento salarial.

[b]La tragedia de ser «vice»[/b]

Se trata, probablemente, de algún tipo de síndrome al que los estudiosos de nuestras instituciones, si acaso alguien está en eso, deberán encontrarle adecuada explicación, pero que mientras tanto ya ha provocado que la mayoría de las vicesíndicas, reunidas en un restaurante capitaleño, reclamaran de manera resuelta una modificación urgente a la ley 166-03 a fin de que se les otorguen mayores responsabilidades en las decisiones de los cabildos, debido a que los síndicos nunca toman en cuenta sus opiniones. Pero sea que las vicesíndicas consigan que algún día se modifique esa ley, o que los síndicos sigan reinando, sin ceder un ápice de sus absolutistas atribuciones, lo cierto es que ser «vice» resulta casi siempre -no importa si se trata de un club deportivo o una república tropical y bananera- un oficio ingrato y plagado de frustraciones, mucho mas en un país donde se rinde culto al personalismo y los humos del poder se nos suben con tanta facilidad a la cabeza.

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