Qué se dice

Qué se dice

A pesar de que se ha dicho tantas veces que una sola imagen dice más que mil palabras, en el caso del doctor José Rodríguez Soldevila, quien se niega a ver lo que está a la vista de todo el mundo, habrá que dar todas las garantías necesarias, incluída una declaración jurada, para convencerlo de que la fotografía que acompaña estos comentarios, en el que aparecen dos personas acostadas en una misma cama, no fue tomada en alguno de los hermosos hoteles de cualquiera de nuestras paradisíacas playas. No se trata, entonces, de relajados turistas disfrutando del infinito placer de no hacer absolutamente nada, sino de dos pacientes ilustrando de manera dramática los niveles de hacinamiento en que funciona el hospital Darío Contreras, el único especializado en traumatología con que cuenta el país. Se podrá alegar, desde luego, que la foto es un montaje, aviesamente perpetrado para hacerle daño a un funcionario dedicado en cuerpo y alma a cumplir con sus responsabilidades, pero hay que recordar que, como ocurre siempre en estos casos, cada quien juzga por su propia condición.

[b]De vivos y viveros[/b]

La denuncia puede o no tener asidero, pero como estamos en tiempo de transición, no estaría demás que las autoridades le pongan ojo al asunto, para que luego, a la hora de los reclamos, no vengan los consabidos alegatos de que se trata de un circo o de una emponzoñada persecución política. La Asociación de Productores de San José de Ocoa, que encabeza el ingeniero agrónomo Yovanni Arias, se queja de que el gobierno está aprovechando este tiempo muerto para asignar a funcionarios, a través de testaferros, los viveros que construye el gobierno en esa comunidad, así como en otras provincias del país, gracias a un préstamo de 36.5 millones de dólares con un banco alemán. Para el denunciante resulta muy sospechoso que hasta el pasado mes de mayo solo se hubieran asignado 70 de esos viveros, debido a los requisitos técnicos que había que cumplir, pero de mayo para acá ya se han asignado 130. Alguien, definitivamente, se está pasando de vivo.

[b]Dejemos a monseñor en paz[/b]

Este país, oportuno es decirlo, no tiene con qué pagarle a monseñor Agripino Núñez Collado los servicios que le ha prestado, y no solo por el papel desempeñado la noche del pasado 16 de mayo. Pero de ahí a gestar un movimiento que lo proponga como candidato al Premio Nobel de la Paz, como estarían procurando, según revelaciones de César Medina, un grupo de prestantes ciudadanos, hay un considerable trecho, y no precisamente porque Núñez Collado no tenga estatura suficiente para merecer un galardón de ese tamaño. Esas inacabables e inútiles garatas, que tanto tiempo le roban a nuestro mediador por excelencia, son fruto de insuficiencias institucionales que, en muchos casos, se han convertido en endémicas, pero más allá de nuestras insulares fronteras son, simplemente, motivo de escarnio y verguenza. Aún en tiempos de globalización, no conviene olvidarlo, siempre será preferible lavar los trapos sucios en casa.

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