Qué se dice

Qué se dice

Quizá sea el momento de poner a un lado tantas malas noticias, sobre todo tomando en cuenta que nunca ha sido saludable, ni para el alma ni para el cuerpo, mirar la vida desde un solo lado, mucho menos si es negativo. Por eso es oportuno recordar, en beneficio de nuestra vapuleada autoestima, que a pesar de la brutal devaluación que ha dejado al país en los puros huesos, o de los apagones que amargan nuestros días con sus noches, nuestros compatriotas siguen brillando en los grandes escenarios internacionales. Estamos hablando, entre una larga lista de auténticos triunfadores, de Michael Camilo, ganador de un Grammy todavía calientico, de Oscar de la Renta, quien acaba de lanzar su colección de otoño del 2004, de Michelle Jiménez, primera ballerina del Ballet de Washington, que recientemente celebró con una gala inolvidable sus cincuenta años de existencia, o de los 84 peloteros que este año jugarán en Grandes Ligas. Sin olvidar, de ninguna manera, a nuestra Miss Universo Amelia Vega, quien pasea el encanto y la belleza de la mujer criolla por todo el mundo. El que quiera mas, como decimos por aquí, es un gandío.

[b]Como en Suiza[/b]

El jefe de la Policía Nacional, el mayor general Jaime Marte Martínez, dice estar convencido de que los dominicanos somos unos privilegiados en el convulso mundo en el que nos ha tocado vivir, pues nuestros índices de violencia están muy por debajo de la mayoría de los países del área, incluída Sudamérica, hasta alcanzar niveles comparables a los de la idílica Suiza. Estadísticamente hablando puede que el correcto oficial tenga razón, aunque sea difícil convencer de esas razones a los más de treinta camioneros asaltados la noche del pasado miércoles por un grupo de vándalos que improvisaron un puesto de peaje en la carretera Sánchez, cerca de Azua, donde armados de pistolas, cuchillos y machetes despojaban de dinero y mercancías a los desprevenidos conductores. Lo peor de todo, sin embargo, no es el cobro compulsivo de ese «peaje», sino el hecho de que los vándalos repelieran a tiro limpio a la patrulla policial que acudió al lugar alertada por los asaltados. ¿Pasaría algo así en Suiza? Habrá que preguntarle al general.

[b]El gran ausente[/b]

Cada vez son menos halagueñas las noticias que nos llegan desde el otro lado de la frontera, donde los opositores de Jean Bertrand Aristide intensifican sus acciones para forzar su renuncia a un cargo al que el presidente haitiano se aferra con uñas y dientes. Se cumple así otro capítulo del fatal designio al que parece estar condenada la nación más empobrecida del hemisferio, considerada inviable hasta por sus buenos «amigos» de Europa y Norteamérica. Pero en esa previsible debacle hay, sin embargo, una ausencia tan notoria como significativa: República Dominicana, un país que, por elementales razones geopolíticas, está llamado a ejercer una mayor influencia en su destino, que de alguna manera será también el nuestro, nos guste o no. Por eso mientras de aquel lado se desmorona lo poco que queda del Estado haitiano, de este lado nos conformamos con cerrar la frontera y reforzar la vigilancia militar, dizque para asegurarnos de que en esa sensible zona de nuestra geografía todo siga «normal». Como si fuera tan fácil.

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