Qué se dice

Qué se dice

Mártires del progreso.- ¿A quién le cargamos esos muertos? La pregunta me asalta –afrentosa, inoportuna– al leer en un portal digital sobre la muerte a manos de la Policía de un joven de 18 años durante una protesta en reclamo de la reparación de la carretera que enlaza las comunidades de Cayacoa y San José de los Llanos, en San Pedro de Macorís. ¿Cuántas vidas se habrán perdido en las recurrentes protestas de nuestras comunidades en demanda de servicios tan básicos y elementales como  agua potable, energía eléctrica, asfaltado de calles y un largo etcétera que  da cuenta de la  indolencia infinita de nuestros gobiernos? En un mundo donde ya todo es medible y calculable, incluidos los millones que se han llevado entre las uñas  los políticos y los banqueros, a nadie parece importar esa irrelevante estadística. Desgraciadamente, nada indica que los gobiernos cambiarán de actitud ni tampoco los políticos, que al fin y al cabo son los que gobiernan, por lo que no hay esperanzas de que esas protestas dejen de producirse ni que dejen de morir ciudadanos reclamando servicios que, en pleno siglo XXI, deberían estar recibiendo hace rato como parte de los beneficios del mentado progreso.

El encanto de ser guardia.-   No se apresuren a sacar conclusiones. No me propongo aquí promover las ventajas de ingresar a nuestras gloriosas Fuerzas Armadas a servir a la Patria, sino llamar la atención sobre un hecho  sorprendente: el interés del propietario de una casa de cambio, la misma donde las autoridades  incautaron RD$50 millones que se sospecha forman parte de una gigantesca operación de lavado de dinero producto del narcotráfico, en ser un simple, ordinario y malpagado raso del Ejército Nacional, a donde reingresó en el 2007 a pesar de haber sido expulsado de sus filas por mala conducta en  2005, cuando ostentaba el rango de cabo. ¿Dónde estará el encanto?

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