Qué se dice

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Parejerías
Los peledeístas se ganaron la fama de parejeros mucho antes de que la imaginería popular les colgara el mote de comesolos, con tanto acierto y propiedad que hoy se habla, y lo entiende todo el mundo, de comesolismo, dícese la doctrina y práctica de vida del comesolo. Esa parejería, ese gustarles las cosas buenas, bien hechas y con «cachet», se pareció mucho a una virtud cuando se convirtió en una visión más moderna del Estado y la gestión pública, como de hecho ocurrió cuando en su primer gobierno intentaron modernizar la administración pública, pero igualmente cuando construyeron los elevados y pasos de nivel que dieron un rostro moderno y cosmopolita a Santo Domingo.

Como no hay virtud humana que dure lo suficiente, mucho menos en el Poder, esa parejería ha devenido, sistemática y consistentemente, en culto al lujo, el derroche y la ostentación, con ejemplos tan «pequeños» como la gran cantidad de publicaciones de alta calidad y costo que producen instituciones del Estado para divulgar sus «logros», tan grandes como el edificio de la Suprema y su recién estrenada vigilancia privada, el último «guay» en materia de seguridad para edificaciones de su tipo, y tan necesarios pero muy poco oportunos como el Metro y los «edificios inteligentes» que vienen zumbando por ahí.

Tropezones

  Hay que celebrar que el vocero del gobierno, Roberto Rodríguez Marchena, haya decidido no tomarse tan a pecho las críticas o reclamos que distintos sectores o personalidades hacen de cuando en cuando al gobierno, pues para cumplir a satisfacción sus responsabilidades no hace falta convertirse en un fiero espadachín dialéctico, repartiendo estocadas aquí y allá contra todo aquel que, con razón o sin ella, enfile sus críticas hacia el Palacio Nacional, donde al fin y al cabo van a parar, en la democracia presidencialista que nos gastamos, todas las demandas insatisfechas de este pobre y jodido país. Por eso está de acuerdo el licenciado Marchena con el obispo de La Vega, monseñor Antonio Camilo, en cuanto al derecho que asiste a las comunidades del Cibao que reclaman la reconstrucción de la carretera Moca-La Vega. Los tropezones, dicen por ahí, obligan a levantar los pies.

La ley es la ley, pero…

  El director general de Migración, Carlos Amarante Baret, acaba de recordarle a los empresarios agrícolas y de la construcción del país que solo podrán utilizar el 20% de mano de obra haitiana dado que el resto debe ser dominicana, y en términos parecidos se ha expresado el secretario de Trabajo José Ramón Fadul. ¿Comprenderán esos empresarios la conveniencia de ceñirse a lo que dicen las leyes laborales dominicanas sin invocar acotejos ni flexibilizaciones? Habrá que esperar que se produzca el milagro para poder creer en el, pero en lo que el hacha va y viene que se sepa que no habían transcurrido 24 horas de hacerse públicas las declaraciones de Amarante Baret cuando un empresario arrocero del Cibao pegó el grito al cielo, advirtiendo que la aplicación rigurosa de esa ley afectará la producción del cereal, en sentido particular, y del sector agrícola en sentido general, además de que encarecerá los costos de producción, echará a perder la competitividad, y un largo etcétera de razones e intereses tan sagrados como eternos.

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