Qué se dice

Qué se dice

¿Cara o cruz?
Digan lo que digan es mala idea, como se pretende, suplir el déficit de agentes que afecta a la Autoridad Metropolitana del Transporte (AMET), que se estima en alrededor de 500, recurriendo a las diezmadas filas de la Policía Nacional, pues simplemente estaríamos -como dice la gente en la calle- encuerando un santo para vestir a otro.

La idea debe haber caído muy mal al mayor general Bernardo Santana Páez, jefe de la Policía Nacional, quien hasta el momento no ha encontrado la forma de hacer regresar a los cuarteles a los miles de agentes -se habla del 45% de los miembros del cuerpo del orden- al servicio de empresarios, funcionarios, o desempeñando tareas muy ajenas a la naturaleza de sus responsabilidades, a pesar de estarlos necesitando casi con desesperación. Pero a quien menos debe agradar el invento que se gesta es a la ciudadanía, que sigue demandando un papel más activo y vigoroso de la llamada institución del orden frente a la delincuencia que le ha robado la tranquilidad. Parece que en el gobierno, que sigue teniendo problemas para separar la paja del trigo en materia de prioridades, no tienen muy claro qué es más importante, en estos momentos; si poner en orden el caos del tránsito vehicular o resolver el grave problema de la seguridad pública. ¿Por qué no lanzan una moneda al aire para que salgan de las dudas?

Cuestión de mal gusto

Si de algo ha servido la polémica desatada por la decisión de los directivos del equipo Leones del Escogido de publicitar, en los uniformes de sus peloteros, un nuevo estimulante sexual -«La Pela»- ha sido para poner en evidencia un activo, creciente y competitivo mercado con ofertas para todos los gustos y colores, cuya existencia podría tener variadas explicaciones, algunas de ellas no del todo favorables a la proclamada virilidad del macho criollo, pues todo producto que resulta exitoso -dice un viejo principio mercadológico- lo ha sido, simplemente, porque ha venido a llenar una sentida necesidad. ¿Es correcto, desde el punto de vista moral, promover ese tipo de producto en un deporte concebido para entretener a toda la familia? Las respuestas a esa pregunta serían parte de una polémica larga y tendida, en la que habría opiniones para coger y dejar, mucho más en este nundo de relatividades en el que nos ha tocado vivir. No hace falta embarcarse en largas discusiones y debates, sin embargo, para saber que ponerle el nombre de un nuevo estimulante sexual al uniforme de un equipo de beisbol profesional no es un pecado ni tampoco un delito, pero -fanatismos aparte- no hay dudas de que ha sido una decisión de muy mal gusto, y ya se sabe que el mal gusto, al igual que el miedo, es completamente libre.

El color del cristal

Claro que ha llamado la atención la contradicción entre el nuncio de su santidad, Timothy Broglio, y el obispo de Mao-Montecristi, monseñor Tomás Abreu Herrera, en torno a la iniciativa del sacerdote haitiano Vigni Bellerive de declarar como dominicanos a 90 de sus compatriotas, pues se trata de posiciones muy distintas, diametralmente opuestas. Pero no hay porqué tomarse a la tremenda esa diferencia de pareceres, pues también en la Iglesia, como reza un dicho casi tan viejo como la humanidad, todo depende del color del cristal a través del cual se miran y se juzgan las cosas de este mundo. ¿Pueden tener la misma opinión sobre un tema tan sensible como la migración haitiana el Nuncio de su Santidad, esencialmente un diplomático, que el obispo de la diócecis, con absoluto conocimiento de causa del terrible drama al que día a día se enfrenta? Lo que Timothy Broglio censura por «deshonesto e inmoral», visto a la luz de ley, la moral o la doctrina cristiana, monseñor Abreu Herrera lo defiende y justifica, pues una cosa son esas doctrinas y preceptos como nociones abstractas, como pautas o ideales a seguir, y otra muy distinta aplicar esas nociones y preceptos a la vida verdadera, a la gente de carne y hueso que sufre y vive en la más abyecta pobreza, que para colmo ni siquiera tiene derecho a un nombre, un apellido y una nacionalidad.

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