Víctimas y victimarios.- Quienes tirotearon, la madrugada del pasado martes, la vivienda de Yuilmi Alcántara, quien mantiene un proceso legal contra el diputado Julio Romero en reclamo de la manutención y reconocimiento de un hijo que procreó con el legislador perredeísta, no están precisamente contribuyendo con su causa sino todo lo contrario, aunque hayan conseguido, eso sí, dar un susto de muerte a una familia humilde e indefensa.
En caso de que los seguidores de Romero, a quien la abogada de la joven atribuye la cobarde acción, no se hayan dado cuenta todavía, necesario es recordarles que Yuilmi contaba tan solo con 16 años cuando conoció al diputado, quien se propuso deslumbrarla y seducirla utilizando como cebo las relucientes baratijas del poder, por lo que no puede ser considerada culpable de su actual desgracia, pues si finalmente se vio forzado por el escándalo a renunciar a su repostulación fue, precisamente, por la manera torpe y mezquina como manejó tan delicado trance. Desde luego, Romero tiene todavía la oportunidad de comportarse como un hombre decente y asumir las consecuencias de sus actos, pero debe empezar comprendiendo, y haciéndoselo entender así a sus seguidores, que en todo este desagradable y triste episodio él no es la víctima sino el victimario.
Rápida reacción.- Quiere decir entonces que fue gracias al programa de Alicia Ortega que las autoridades de Salud Pública se enteraron de que la clínica del doctor Johan Tapia carece de licencia para operar, que viola las más elementales normas sanitarias, y que las quejas por mala práctica allí forman un nutrido, doliente y desesperado coro. Es de elogiar, empero, la rapidez con que actuaron, sin duda conmocionadas por la crudeza de las imágenes divulgadas por El Informe así como por los desgarradores testimonios de las pacientes del doctor Tapia . Y demos gracias porque todavía ven la televisión.