Un país de mentira.- La expresión la he escuchado muchas veces, últimamente con mucha frecuencia, y siempre en tono de frustración y queja a causa de  nuestras miserias institucionales, que parecen agravarse, si acaso eso fuera posible, con el paso del tiempo. Y es que solo en un país de mentira, donde tó e´ tó y na e´ na, un individuo puede instalar un potrero con 38 becerros, 15 chivos y 13 gallinas sin importarle las molestias que causaba a sus vecinos, que se cansaron de querellarse contra el abusador sin ningún resultado, probablemente por la protección que le ofrecía su condición de exteniente de la Policía, que también le sirvió para que anduviera por ahí tan campante a pesar de tener más de cien querellas en su contra.

 El mismo país, desgraciadamente, donde ocho miembros de una policía que ha matado a miles de supuestos  o verdaderos delincuentes en intercambios de disparos (y/o ejecuciones extrajudiciales) permiten que un sospechoso bajo arresto asesine a un procurador  fiscal que los acompañaba en un allanamiento sin  intentar impedirlo o repeler el ataque. ¿Qué los detuvo? ¿Qué evitó que ahí mismo acribillaran  al agresor? ¿El miedo?  ¿El respeto a un compañero de armas? ¿La complicidad? El jefe de la Policía, el mayor general José Armando Polanco Gómez, ha calificado de “extrema negligencia” la actuación de los agentes policiales que participaron en el trágico allanamiento, pero aún así se queda corto al describir un comportamiento inconcebible en un país de verdad.