Por la tangente.- Era lógico y esperable que la queja pública del embajador de Gran Bretaña en el país sobre el cobro de sobornos a empresas británicas, a tal punto que una de ellas abandonó recientemente el país por ese motivo, provocara alarma y preocupación en ciertos sectores de la vida nacional, sobre todo de aquellos que todavía se preocupan por la buena imagen del país como receptor de inversiones.
Pero a juzgar por las reacciones provenientes de los litorales del gobierno cualquiera pensaría que lo que realmente molesta no es que se esté dando esa situación tan reprochable sino que el embajador Steven Fisher haya cometido la imprudencia de hacerla pública, desatando el consiguiente escándalo, al ignorar los discretos canales diplomáticos. La ventaja (para el gobierno, desde luego) de esa estrategia, porque de eso se trata, es que la consabida rabieta del canciller Carlos Morales Troncoso desvía la atención pública de lo verdaderamente importante, el cómo vamos a poner freno a una práctica corrupta que habla muy mal de nuestra seguridad jurídica, hasta que el olvido que todo destruye (como dice el tango) eche tierra sobre ese feo asunto y se alcance el objetivo procurado: que todo siga como está, que aquí no ha pasado nada.
Recordatorio.- Cada vez que uno de nuestros periódicos recoge en sus páginas las deplorables condiciones en que reciben docencia miles de alumnos de nuestro sistema de enseñanza pública, cual es el caso de tres escuelas que funcionan en una granja, una gallera y un destartalado recinto techado de cana y paredes de cartón en comunidades de la provincia de La Vega, tal y como nos las mostró esta semana el diario El Caribe, se le está recordando al gobierno, y particularmente al presidente Leonel Fernández, que la inversión de mayores recursos sigue siendo la principal y mas urgente prioridad de la maltrecha educación dominicana.