QUÉ SE DICE

QUÉ SE DICE

CLAUDIO ACOSTA
c.acosta@hoy.com.do
El informe.
Como era previsible, el informe del Departamento de Estado  en el que se alerta a los turistas norteamericanos que visiten República Dominicana sobre la posibilidad de ser víctimas de la delincuencia común en calles, playas y balnearios,  ha provocado  ronchas, sobre todo en las sensibles epidermis oficiales, que no han tardado en reaccionar.

”No hay una sola denuncia por robo o violencia en los centros turísticos en los últimos meses”, declaró raudo y veloz Radhamés Martínez Aponte, subsecretario Técnico de Turismo, quien dice estar sorprendido por su contenido. Y en cierta medida tiene razón, siempre y cuando excluyamos a Sosúa y Puerto Plata,  donde ayer mismo desconocidos asesinaron al propietario de una tienda para turistas,  de esa aseveración, pues quienes vivimos en este país sabemos desde hace tiempo que nuestros principales polos turísticos son paraísos amurallados y bien protegidos, islas dentro de la isla, donde nuestros visitantes disfrutan a plenitud del lujo y el confort así como también de   la exuberante belleza de nuestros encantos naturales, pero lo hacen  dentro de una acogedora burbuja, ajenos al tráfago del mundo exterior.

El problema es que los que redactan esos informes ignoran, o fingen ignorar, ese pequeño detalle, o simplemente no les da la gana tomarlo en cuenta, pues tanto ellos como nosotros sabemos lo que ocurriría si  soltamos por su cuenta a un grupo de turistas en la zona colonial o cualquier otro lugar de interés del país. ¡Se los comerían vivos! Inseguridad y turismo son como el agua y el aceite, imposibles de juntar. Y si bien es cierto que la llamada  industria sin chimeneas  ha logrado avances extraordinarios en los últimos años, al extremo de que es nuestra principal fuente de divisas, también lo es que  la delincuencia ha crecido extraordinariamente, a tal punto que  parece estar completamente fuera de control. ¿O fuimos tan ingenuos al  creer que aislando a los turistas en los resorts protegeríamos a nuestra industria de los  efectos de una  delincuencia que, de tan extendida, resulta imposible de esconder? Si así fue, cometimos un gran error que ojalá haya tiempo de enmendar.

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