¿Qué pasó ahí?- En el apresamiento del extraditable Oscar Ezequiel Rodríguez Cruz, acusado por las autoridades norteamericanas de enviar grandes cantidades de cocaína desde República Dominicana hacia los Estados Unidos, hay cosas que no están del todo claras, empezando por su detención, pues su orden de arresto fue emitida por la Suprema Corte en febrero pasado. ¿Qué impidió, durante todo ese tiempo, que se apresara a un hombre que hacía vida pública, con domicilio y negocios conocidos y que para colmo tenía como guardaespaldas a un cabo del Ejército Nacional? ¿Quién lo estuvo protegiendo hasta ahora y porqué, de repente, descubrieron quién era y dónde vivía?
Las autoridades deben aclarar cuanto antes esas y muchas otras interrogantes en torno a este caso, pues lo que se está diciendo (recuerden que estamos en campaña electoral) es que la desgracia de Rodríguez Cruz no le sobrevino por los delitos que se le atribuyen en los países sino al hecho de haber formado un movimiento de apoyo al candidato presidencial del PRD, Hipólito Mejía.
Populismo legislativo.- Leyendo y escuchando las opiniones de juristas, académicos y expertos constitucionalistas sobre las modificaciones introducidas a los códigos Procesal Penal y del Menor por los diputados da la impresión de que se ha cometido un desaguisado que no solo nos retrotraerá a tiempos que creíamos superados sino que vulneran también la Constitución. De nada han valido las advertencias de que la fiebre no está en la sábana o de que en ningún país del mundo donde se han aumentado las penas a los menores que delinquen se han reducido la violencia y la delincuencia; ciegos y sordos, hicieron caso omiso a esas advertencias, y precisamente por eso parece muy poco probable que el frenesí populista que impulsó esos apresurados cambios resuelvan el problema.