“Los muertos hablan”.- Nunca como ahora fue tan cierta  la expresión favorita del conocido patólogo Sergio Sarita Valdez,  como nunca antes fue tan oportuno lo que esos muertos –los cinco ciudadanos abatidos a balazos por una patrulla policial en el Mirador Sur en un intercambio de disparos– nos han dicho a través de la autopsia  que le practicó el ex director del Instituto Dominicano de Patología Forense. Y lo que esos muertos nos han dicho, según se desprende del experticio realizado por Sarita, es que la versión de la Policía Nacional de que se trató de un enfrentamiento a tiros con sus agentes queda totalmente descartada, pues cuatro de ellos recibieron los disparos que les causaron la muerte por la espalda, en tanto el quinto, un joven de apenas 18 años de edad, recibió el balazo detrás de  su  oreja izquierda, virtualmente a quemarropa y mientras se encontraba sentado, de rodillas o acostado. Por supuesto,  será la justicia la que determine lo que verdaderamente ocurrió esa fatídica noche, para lo cual, obviamente,  deberá tomar en cuenta los resultados de esa elocuente autopsia, pero si algo ha quedado demostrado con este episodio es la conveniencia de que  las muertes de supuestos delincuentes en los desacreditados intercambios de disparos sean sometidas, de manera automática, al examen de la ciencia forense y los patólogos, y que a esos experticios les dé seguimiento cercano el Ministerio Público. Es la mejor manera de saber, como en el caso de los muertos en el Mirador Sur, cuándo se trata de un vulgar asesinato o una ejecución extrajudicial, como prefieren llamar esas muertes los organismos que trabajan en defensa de los Derechos Humanos, y cuándo se trata de delincuentes caídos en verdaderos intercambios  disparos a manos de policías que cumplen con su deber. ¿No le parece buena idea, general?