Mala racha.- Dicen que las desgracias nunca vienen solas, pero los escándalos en el gobierno del PLD y el presidente Leonel Fernández tampoco. La situación debería estar provocando algo más que regocijo en la desvertebrada oposición política, pues resulta evidente que la credibilidad del gobierno se desliza, de manera peligrosa, por una pendiente enjabonada.
¿Culpa de los indultos a doña Vivian Lubrano y los sindicalistas condenados por el fraude en el Plan Renove? ¿De la Matanza de Paya y las señaladas complicidades oficiales que la hicieron posible? ¿De las frecuentes ejecuciones de supuestos delincuentes bajo el disfraz de los intercambios de disparos? ¿Del reparto alegre de 27 millones de pesos en juguetes entre diputados y senadores para que estos los repartan entre su clientela?
Y a pesar de que el senador por San Pedro de Macorís, Alejandro Williams, se ha ocupado de negar de manera enfática que esté siendo investigado por la justicia norteamericana por su vinculación a una supuesta estafa al Medicaid, como han divulgado en el país algunos medios, el daño ya está hecho, además de que ha puesto al descubierto que el legislador petromacorisano encabeza el ranking de los faltadores a las sesiones de la Cámara Alta, donde se le ve muy poco.
Esa pérdida de credibilidad es lo que explica que la cumbre convocada por el presidente Fernández para sentarse en la misma mesa que las fuerzas vivas de la nación esté patinando de tan mala manera, y todo a causa del escepticismo generado por el propio mandatario y su desconocimiento de anteriores consensos y diálogos. Hasta dónde podrá capear el presidente Fernández, el político extraordinariamente hábil en que se ha convertido desde que llegó al poder, la mala racha por la que atraviesa su gobierno es algo que solo podrá saberse dejando correr el tiempo, pero una cosa sí parece cierta: al hombre se le acabó la buena suerte y, probablemente, también el encanto.