Un mapa del narcotráfico. El fiscal adjunto de Higuey, quien está vivo –sobrevivió a más de 30 disparos– solo para contarlo, atribuye al narcotráfico, a una banda que se hace llamar Los Talibanes, del atentado del que fue víctima, perpetrado la noche del pasado jueves cuando el funcionario judicial se dirigía hacia su casa.
No hace falta decir que la agresión constituye otro desafío a la autoridad de parte de un narcotráfico que se expresa con mayor libertad y beligerancia en pueblos y comunidades del interior del país, donde pareciera que encuentra terreno más fértil para su infame negocio y, sobre todo, autoridades más vulnerables a su capacidad de infiltración, a pesar de que en los pueblos pequeños tarde o temprano todo el mundo sabe en qué está cada quién y de qué pie cojea.
El jefe de la Policía Nacional, el mayor general Rafael Guillermo Guzmán Fermín, designó una comisión integrada por tres generales, un representante de la Dirección Nacional de Control de Drogas (DNCD) y otro del Ministerio Público para que investiguen de manera conjunta la alevosa agresión, pero resulta evidente que se requiere de acciones que vayan mucho más allá de lo episódico o coyuntural, como respuesta o en reacción al hiperactivo narcotráfico, pues se hace necesario concentrar fuerzas y recursos allí donde el flagelo se está haciendo fuerte o donde ya sentó sus reales, como se dice ocurre en Baní, Azua y San Cristóbal, entre otras comunidades donde ha llegado dispuesto a quedarse.
En estos días que desde el gobierno se habla de relanzar la estrategia de lucha contra el narcotráfico, es oportuno sugerir que como necesario paso previo se levante un mapa –como ha hecho Interior y Policía con los delitos y hechos de violencia que se producen en el Gran Santo Domingo– a fin de identificar aquellas regiones que concentran mayor actividad y saber exactamente dónde hay que comenzar o a cuál hay que atender con mayor urgencia.