Eficiencia-. Siempre me ha llamado la atención la diligente eficiencia conque las autoridades locales ubican, para fines de incautación, los bienes de las personas acusadas de narcotráfico, sobre todo porque esa eficiencia para localizar cuentas bancarias millonarias o detectar ocultos testaferros contrasta con lo trabajoso que resulta sacar adelante otros aspectos de las investigaciones, como por ejemplo identificar las complicidades que desde la autoridad civil o militar protegieron sus operaciones.
Ocurrió con el capo puertorriqueño José David Figueroa Agosto, a quien las autoridades han incautado cuantiosos bienes sin que hasta ahora haya caído preso uno solo de los pejes gordos que le acompañaron durante casi diez años, y por ahí anda un tal Oreganito, presunto narcotraficante deportado el pasado mes de diciembre a Estados Unidos y a quien se le calcula una fortuna de RD$5 mil millones que rastrean por aire, mar y tierra las autoridades del Ministerio Público. ¿Pondrán el mismo empeño en explicar cómo el susodicho andaba por ahí tan campante a pesar de que en su contra pesaba una orden de captura emitida por un tribunal norteamericano desde el 2007?
El candado.- Un día después de que estuviera a punto de producirse una desgracia en el Palacio de Justicia de Ciudad Nueva, donde un reo cortó con una navaja a un capitán de la Policía, el fiscal del Distrito Nacional anuncia el reforzamiento de las medidas de seguridad en ese recinto judicial. Hay que reconocer que mas vale tarde que nunca (algo con lo que quizá no esté completamente de acuerdo el oficial herido) cuando se trata de mejorar la seguridad en un recinto que ha sido escenario frecuente de agresiones contra testigos, acusados, abogados y hasta fotoreporteros, pero quien les escribe no pierde la esperanza de que alguna vez, aunque solo sea para variar, pongamos el candado antes de que nos roben.