El candado.- Si es verdad que 18 personas de las que naufragaron, mientras se dirigían a Puerto Rico, cogieron una bola en otra yola que casualmente pasaba por el lugar, estamos entonces ante un tráfico tan intenso que podría perfectamente calificarse de éxodo masivo de criollos hacia la vecina isla, revelador por demás de un empeoramiento de las condiciones de vida de una población que, en su desesperación, se siente empujada a desafiar la muerte en una aventura tan peligrosa como incierta siendo de todos conocida la crisis económica que se vive en Puerto Rico, donde no hay trabajo ni para los propios puertorriqueños . ¿Tan mal está la cosa y la bulla de la campaña nos impide darnos cuenta? Ayer los diarios informaron que la Marina de Guerra vigila las costas de Nagua donde se produjo el naufragio, en el que perdieron la vida tres personas y decenas han sido dadas como desaparecidas, para tratar de evitar la salida de nuevos viajes clandestinos, pero dadas las circunstancias es inevitable concluir que, por enésima ocasión, nuestras autoridades llegan tarde a sus responsabilidades poniendo el candado luego de consumado el robo.
Un buen consejo.- ¿No tiene el ex pelotero de Grandes Ligas José Rijo un amigo, familiar o doliente que le aconseje que lo más prudente, sensato y recomendable es que atienda el llamado de la Unidad de Antilavado de Activos de la Procuraduría, que lo reclama para que explique sus vínculos con el empresario Matías Avelino Castro y a quien se acusa de ser el autor intelectual del asesinato en La Romana del periodista José Silvestre? El exlanzador de los Rojos de Cincinnati es una gloria de nuestro béisbol de la que nos sentimos muy orgullosos, pero eso no quiere decir que esté por encima de la ley. Ojalá que Rijo reciba ese oportuno buen consejo y atienda, como un ciudadano que no tiene nada que esconder, el llamado que le hace la justicia.