Qué se dice

Qué se dice

La propuesta.- De entrada hay que decir, para estar a tono con los cínicos  tiempos que vive la política dominicana, que se trata de una propuesta inviable, poco realista, ingenua y encantadoramente disparatada.

¿A quién se le ocurre pretender que nuestra clase política, cuya razón de ser es medrar bajo la sombra pródiga   del Estado,  renuncie a los recursos que recibe a través de la JCE para financiar  sus actividades? Presumo que el excandidato vicepresidencial del PRD, el economista Luis Abinader, ha querido con esa propuesta marcar la diferencia con sus compañeros de partido  y el penoso espectáculo que le ofrecen al país, al que no hace falta convencer, por cierto,   de que ese dinero que se gasta en propaganda, caravaneo y politiquería clientelista estaría mucho mejor invertido en educación.

Pero el problema no es ese, y lo sabe Abinader, como lo sabe también todo aquel que haya dado atento seguimiento al comportamiento de nuestros políticos, incluídos aquellos –desde luego—que siempre tienen en la punta de la lengua palabras tan sonoras como progreso y desarrollo: no les interesa, porque no les conviene, invertir en educación. Y la razón es tan sencilla, y se ha dicho tantas veces de tan distintas maneras, que ya parece una perogrullada: un pueblo  educado  es menos proclive a cambiar su voto por la dádiva interesada de un político en campaña que promete el cielo y la tierra.

Fíjense hasta donde hemos ido a parar a propósito de una propuesta que, a decir verdad, parece un ejercicio retórico  inútil, pero en la que subyace una intencionalidad que bien vale la pena, desde mi punto de vista, rescatar: recordarle a nuestra partidocracia, a nuestros políticos profesionales, que el reclamo de una mayor inversión en educación es innegociable e inaplazable, y que precisamente por eso se espera que expresen su compromiso con ese anhelo colectivo con hechos, no con palabras ni promesas devaluadas que ya estamos cansados de oir.

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