Qué se dice

Qué se dice

Es verdad que hace falta que nuestras plazas y monumentos históricos sean custodiados por autoridades militares o policiales, única manera de evitar el penoso estado de abandono y arrabalización en que se encuentran. Pero más allá de esa presencia permanente de guardias y policías, o del proceso de restauración al que habría que someterlos para devolverles la dignidad que merecen, hace falta lo esencial: educación. La gente debe saber a quiénes rinden homenaje esos monumentos, qué fecha gloriosa aspiran a perpetuar en la memoria colectiva, y sobre todo porqué debemos tratarlos con respeto y venerarlos con orgullo. Es una tarea titánica, ciertamente descomunal, pero casi nada comparado a la verguenza que se siente al comprobar que para miles de capitaleños la Plazoleta La Trinitaria, destinada a recordar la organización secreta que se constituyó en el semillero de los ideales libertarios que culminaron con la independencia, es simple y sencillamente el monumento de Las Tres Puyas.

Círculo vicioso

Entonces ahora resulta y viene a ser que el patriótico gesto de comprarle al inversionista extranjero y abusador las distribuidoras de electricidad Edenorte y Edesur, definida como «inevitable» por el actual Superintendente de Electricidad, el ingeniero George Reynoso, ha sido, según todas las evidencias, completamente inútil, además de extraordinariamente oneroso para las finanzas públicas. Por eso las nuevas autoridades, deseosas de poner en práctica su propio librito, anuncian desde ya -por boca nada mas y nada menos que del presidente electo- que esas empresas deberán volver a manos privadas, uno de los requisitos indispensables si se quiere encarar de manera exitosa la crisis energética. Ahora solo falta, para cerrar el círculo vicioso en el que vivimos desde hace tanto tiempo, que algún genio de ocasión, de esos que tanto abundan en los gobiernos, proponga que se las volvamos a vender a la inefable, castiza y nunca bien llorada Unión Fenosa.

Son los nervios

Nadie cree que la Policía Nacional pueda ser responsable del drástico aumento de la criminalidad que ha sufrido el país en los últimos tiempos, aunque sí sea necesario recordar que no han sido uno ni dos los casos de delitos en los que se ha involucrado a agentes de la institución responsable de velar por el orden público. Esa policía, a pesar de las limitaciones conque trabaja y los vicios que arrastra, es lo único conque contamos para hacer frente a una plaga tan violenta y peligrosa, y de eso está consciente todo el mundo. Lo que no se entiende, sin embargo, es que su jefatura se muestre tan cínica cuando le recuerdan sus responsabilidades frente a la seguridad ciudadana, hasta el extremo de llegar a decir, como quien se sale por la tangente, que el auge de esa delincuencia es una consecuencia inevitable, natural, de nuestro desarrollo, como si se tratara de algo de lo que deberíamos sentirnos orgullosos. ¿Lo estarán traicionando los nervios de la transición?

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