Qué se dice

Qué se dice

Las autoridades del ayuntamiento de Santo Domingo Este, con el síndico Domingo Batista a la cabeza, están muy entusiasmadas con el exitoso experimento de Roberto Salcedo de convertir el Malecón en un espacio para la recreación de la familia, repetido en el Expreso V Centenario con resultados también positivos, a juzgar por su anuncio de que estudian declarar «vías libres» las avenidas España y Venezuela. La idea, en principio, no es mala, pues ofrecería a quienes residen en los alrededores de esas importantes avenidas una opción distinta para su sano esparcimiento, pero sería prudente que hubiese, entre ambos cabildos, alguna forma de coordinación, para evitar trastornos al tránsito tanto de este como de aquel lado. Cerrar al mismo tiempo, aunque sea domingo, el Malecón, el Expreso V Centenario, la avenida España y también la Venezuela debe provocar, necesariamente, algún trastorno en la circulación vehicular que las autoridades edilicias están obligadas a sopesar antes de poner en marcha su invento.

[b]¿Por qué?[/b]

Si de algo servirá la incontenible reacción en cadena que ha producido el rechazo de la aplicación, en las próximas elecciones, de la llevada y traída ley de Lemas, será para dejar claramente establecido, sin lugar a las dudas, que solo una parte del Partido Revolucionario Dominicano propugna por esa descabellada solución a una crisis que, en definitiva, atañe única y exclusivamente al PRD. Por eso se habló, desde el principio, de un «traje a la medida» de las necesidades del partido oficialista, convertido en una nueva babel desde que la cizaña de la reelección dividió a esa organización, tal vez para siempre, en reeleccionistas y antireeleccionistas. Si nadie en este país, salvo una facción del PRD, quiere que le pongan esa dolorosa e incómoda enema, ¿por qué debemos aceptar, entonces, que nos apliquen una medicina que no deseamos ni necesitamos?

[b]Cobros compulsivos[/b]

Todo indica que se trata de un tipo de «empresa» que se ha puesto de moda en el país, ante la evidente tendencia de algunos compatriotas, que andan en muy malos pasos, de no caminar derecho en un negocio que si bien funciona al margen de la ley tiene reglas, no escritas, muy severas. El trágico desenlace que ha tenido el secuestro de un joven empresario y su amigo, perpetrado -según ha dicho la Policía- para cobrar una deuda de seis millones de pesos producto del narcotráfico, pone nueva vez al desnudo la magnitud que ha alcanzado una actividad económica que al parecer precisa, como soporte, de una oficina de cobros compulsivos, como la que tenían instalada los dos colombianos contratados, desde allende los mares, para cobrar esa supuesta acreencia. Pero esos son temas muy peligrosos, en los que no es prudente adentrarse demasiado, pues esa gente suele tener los juegos muy pesados. Por cierto, ¿por dónde andará el popular bachatero Joselito.com, a quien la DNCD acusa de dirigir una banda que, entre otras lucrativas actividades, se dedicaba también a cobrar deudas millonarias de tan compulsiva manera?

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