Mulas- Apareció tirada, envuelta en una sábana, en el kilómetro 22 de la autopista Duarte. Su identidad es, hasta ahora, desconocida, pero una autopsia practicada a su cadáver determinó que murió al explotarle en su estómago una de las 32 cápsulas de cocaína que se tragó. Se trata, según todas las evidencias, de una mula, es decir de una persona que se juega la vida y la libertad usando su cuerpo para trasegar droga de un país a otro a cambio de unos cuantos dólares.
En esta ocasión, obviamente, algo salió mal antes de que pudiera salir del país, y las bestias que la indujeran a ingerirla no encontraron otra solución que deshacerse del cadáver arrojándolo a un terreno baldío como si se tratara de un animal muerto. Las organizaciones que se dedican a reclutar personas para utilizarlas para su infame tráfico operan una de las facetas más sórdidas, pero también más detestables, del insidioso flagelo que nos devora como un maldito cáncer. No la descuidemos.
Aspaviento- Quiere decir entonces que la agresión a tiros al edificio de la Procuraduría General de la República, en momentos en que se encontraba allí reunida la comisión que investiga el asesinato del coronel José Amado González González no fue mas que un aspaviento producto del nerviosismo o la desinformación, pues en realidad se trató –según han determinado los investigadores policiales– de un borracho que quiso dispararle el Mar Caribe la noche del 31 de diciembre.
Sirva pues la aclaración para poner en su justo lugar un hecho que provocó gran alarma, que llegó incluso a considerarse como un gesto desafiante y desesperado del narcotráfico en desbandada, pero también para comprobar –si acaso eso sirve de consuelo– que el narcotráfico que ha tomado por asalto, a base de papeletas, nuestras instituciones fundamentales, no ha llegado tan lejos. Todavía…