Un pleito largo.- No obstante las presiones que está recibiendo de parte de la opinión pública, y de los evidentes esfuerzos que despliega, a consecuencia de esas presiones, la secretaría de Salud Pública cerrando farmacias y distribuidoras, incautando e incinerando medicamentos o clausurando laboratorios clandestinos, no hay que hacerse demasiadas ilusiones ante un problema cuya magnitud desborda con mucho la capacidad de respuesta de las autoridades, debido mas que nada a la indolencia que ha permitido que se deterioren hasta hacerse inoperantes los mecanismos de supervisión y control que han hecho posible que florezca delante de sus propias narices el negocio de la fabricación, falsificación, adulteración y venta de fármacos, que según revelaciones del doctor Bautista Rojas Gómez ya existía en Moca hace alrededor de 30 años.
Hace unos días el Encargado de Propiedad Intelectual de la Procuraduría General de la República, el doctor Pedro Feliz Montes de Oca, comparó el negocio de las medicinas falsificadas con el narcotráfico debido a que ambos operan con la misma lógica, y en algunos casos –señala– hasta bajo la misma sombrilla económica, lo que nos da una idea de la clase de enemigo al que nos enfrentamos.
Por eso hay que insistir en que esta ofensiva, que según el secretario de Salud Pública no se detendrá hasta llegar al final y caiga quien caiga, se extienda más allá de lo episódico, del arranque de indignación colectiva que ha desatado la muerte de varias personas a causa de haber ingerido vacunas que no eran tales, hasta convertirse en una campaña permanente y de largo aliento que debe empezar, necesariamente, por el reforzamiento de los mecanismos de supervisión y control de la Secretaría de Salud Pública, a fin de mantener una vigilancia permanente y sistemática sobre una actividad criminal, definitivamente muy lucrativa, a la que sus auspiciadores y beneficiarios no van a renunciar tan fácilmente.