En la forma en que las pretenden dar y quitar, prestar y retornar a sus legítimos orígenes, algunas curules congresionales parecen depender más de las veleidades y conveniencias coyunturales que de los mandatos electorales. A los congresistas se les escoge con límites y alcances constitucionales: legislar estrictamente por cuatro años, y luego se van o los reeligen. Y por tanto, eso de te presto mi escaño o voy a estar dos para que los otros dos años te toquen a ti son formas de vulnerar y burlarse de la decisión de los ciudadanos que en un momento dado escogieron a Fulano sin un adendum que dijera: su condición de senador puede ser manejada como chaqueta que se quita y se pone. Preocupantemente, el escarceo por investiduras congresionales no está mereciendo muchos juicios de fondo a nivel de opinión pública. Hay tendencia a ver como lo más natural que en torno a la función de legislar, conferida soberanamente por el electorado a equis personas pero bajo estrictas condiciones, haya negociaciones, pactos y reclamos de carácter bilateral, de puras conveniencias del momento para unos cuantos políticos. Es cierto que la constitución establece un mecanismo de sustitución de legisladores, pues el ser humano es vulnerable, puede faltar físicamente, de manera definitiva, por causas naturales o de otra tipo o ser llevado a juicio y separado de cargo. Pero de ahí a manipular procedimientos para estar o no estar en el escaño según sople el viento, hay mucho trecho.
¿SOLDADO O POLICIA?
No deja de tener sus razones la Policía Nacional al recordarle a la opnión pública que una cosa es con violín y otra cosa es con guitarra. Los agentes policiales son, por definición y entrenamiento, los más llamados a lidiar con la delincuencia y las alteraciones del orden. En cambio, las tropas militares son preparadas en sus cuarteles para combatir a enemigos con poder de fuego y nivel para el combate y se les supone capaces de salir airosas ante cualquier fuerza invasora. A los dominicanos han querido acostumbrarnos a la toma ocasional de las calles por fuerzas de infantería, como en las llamadas operaciones Centella en las que unos carapintadas registran e interrogan, fusil en mano, a ciudadanos indefensos. Se trata de medidas extremas no excentas de peligro para los civiles. El que la Policía esté resultando insuficiente para combatir el crimen por su escasez de personal y equipos (y también de tecnologías y profesionalidad) mueve a suponer que la solución sería mandar a la guardia a la calle a reforzar el patrullaje ordinario pero lo que más se necesita es que la PN reciba del gobierno la atención y respaldo (en recursos para entrenarse y desplazarse) que merece por sus importantes funciones de orden público.
LO QUE NO SE VA EN LAGRIMAS…..
Real y efectivamente, los apagones cuestan el doble, y quien sabe si más, que lo que vale el suministro regular de luz y no solo porque abusivamente los distribuidores de la energía siempr eencuentran la forma de que los usuarios reciban facturas que no reflejan el descenso atroz del suministro. La crisis del servicio representa un costo extraordinario para la economía en razón de que una gran parte de los clientes de las edes, sobre todo de las áreas comercial e industrial, recurren a plantas propias, de operaciones muy costosas, para disponer de luz. La suma de usos individuales de generadores de emergencia produce un consumo de combustible mucho mayor que el que tendrían las grandes termoeléctricas del sistema, por lo que el desfase financiero que conduce a la paralización de las unidades de las compañías energéticas causa dos enormes perjuicios: el de los apagones con todas sus ingratitudes, y el que la economía pasa a consumir más combustibles de la cuenta algo que, directa o indirectamente, todos terminamos pagando. Colectivamente somos lo que más se parecería a un automovilista que alegando carecer de diez mil pesos juntos para reparar su vehículo, se pasó dos meses erogando mil diarios por el alquiler de otro auto.