QUE SE DICE
¡A coger la yola!

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El Presidente Leonel Fernández presentó un panorama demasiado negativo cuando antier dijo que este país «es un desorden y un caos donde no hay un sistema organizado sobre nada». Solo eso faltaba después que una entidad inamistosa colocó a República Dominicana en su lista de estados fallidos. En los últimos tiempos (ni siquiera en el reciente cuatrienio de las incontinencias verbales) se había lanzado a los cuatro vientos desde la más alta tribuna del poder alguna frase con tanto potencial para lesionar la imagen nacional ante inversionistas y turistas.

Al parecer, Fernández no tomó en cuenta que si bien el efecto de sus palabras podría ser leve (aceptadas incluso como hipérbole) entre la gente familiarizada con el tamaño real de los males nacionales, existe el riesgo de que el mensaje sea tomado como realista y bien fundamentado en los círculos externos que viven a la caza de información básica sobre República Dominicana. Siempre existe interés por diagnósticos nuevos y de primera mano sobre el país… ¿y qué mejor fuente que la de un jefe de Estado para fijar criterio?

El Presidente pudo haber tenido razones muy personales y políticas para proyectarnos como sinónimo de desorden y caos -con lo cual excusaría un poco los primeros resultados de su gobierno y daría valor a su tesis sobre la permanencia de más de 4 años en el poder- pero preocupa que su retórica pueda ser aprovechada para ensombrecer con exageración la imagen del país.

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¿Dónde está la austeridad?

Bien se conoce que el renglón de importación de vehículos «todo terreno» o yipetas, y de otros tipos considerados lujosos y de alto consumo de combustible, ha ido en aumento, brillando más que nunca su presencia en círculos del gobierno y de sus múltiples y crecidas entidades descentralizadas.

Disgusta la posibilidad de que en sectores oficiales haya existido tanta debilidad por adquisiciones de medios de transporte que expresan opulencia y que aumentan los capítulos de erogaciones nada esenciales en un Estado cuyas autoridades hablan de dificultades para comprar insulina para los servicios básicos de los hospitales. Desde un principio, en este medio la yipeta era un recurso para expresar status y poder, político o económico. Su presencia comenzó por ser indefectible en los estacionamientos de los secretarios de Estado.

Pero ya es un «signo de destinción» en muchos funcionarios de menor categoría. La «yipetocracia», que no parece compadecerse con las penurias de muchos dominicanos, «pica y se extiende», mientras la sed impositiva hace lo mismo.

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Vandalismos

Existe toda una epidemia delictiva que se ceba en iglesias, escuelas, monumentos, y contra otras propiedades públicas situadas a la intemperie y que no respeta símbolos ni enseñas de valor histórico. Muchas estatuas de la capital dejaron de tener nombres. Los pillos que campean se llevan todo lo que sea de metal. En una extensa plaza de la parte oriental, unos seis bustos y una tarja se convirtieron en homenaje anónimo.

No hay formar de diferenciar a un personaje de otro; los textos incrustados en los pedestales fueron desprendidos por manos profanas. Ebn otros lugares, los héroes que aparecen en estatuas ecuestres han visto desaparecer sus broncíneas espadas, y a la escultura del famoso peloterito de la avenida José Contreras le quitaron el bate hace tiempo.

A cada rato el bandidaje va a alguna iglesia y se lleva los objetos sagrados que son de metales preciosos. Las escuelas públicas son pasto frecuente de la incursión de ladrones que se llevan los útiles y otros objetos de algún valor, en perjuicio del Estado como tal y de los escolares de origen humilde que pueblan las aulas y necesitan esos recursos para estudiar. La Policía debería tener alguna respuesta contra esta ola de delincuencia que hiere la sensibilidad de los ciundadanos.

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