Qué se dice
¿A quién creerle?

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A pesar de que el ex presidente Hipólito Mejía acaba de dar seguridades, en una extensa entrevista concedida a El Caribe, de que el PPH ya no existe como estructura orgánica, que no hay un solo local de esa corriente intrapartidaria en ninguna parte del país, los hechos, o quienes los interpretan, parecen indicar todo lo contrario. Sino que le pregunten al licenciado Hatuey Decamps, quien asegura que fue el PPH anidado en la JCE el que lo obligó a cambiar los colores de su PRSD, el mismo PPH al que el doctor Octavio Líster, director del Departamento de Prevención de la Corrupción (DEPRECO), atribuye haber influenciado de manera decisiva en la sentencia que descargó de responsabilidades a los implicados en la estafa millonaria contra el Estado a través de Renove, y el mismo, también, que ha hecho posible la concertación de la Alianza Rosada para utilizarla como trampolín para el regreso del ex presidente Mejía al Palacio Nacional, como denunciara el presidente Leonel Fernández en un discurso de barricada pronunciado ante miles de peledeístas. ¿Y entonces?

Lícito comercio

  Pensándolo bien quizá sonsacar no sea la palabra apropiada para describir los esfuerzos que encabeza el presidente Fernández para atraerse a los reformistas disgustados a causa de la Alianza Rosada, pues parecería que se trata de diligencias pecaminosas, ilegales y prohibidas, cuando en realidad ha sido un acto de lícito comercio en un mercado político donde gobierna la ley de la oferta y la demanda, al igual que el trueque que hizo posible la aprobación del Presupuesto Nacional a cambio de la restitución de los fondos destinados a las ONGs de los legisladores, previamente liberados –por lo menos los del mayoritario PRD– de ataduras y compromisos partidarios para permitirles negociar libremente con el Poder Ejecutivo. Así es nuestra política y así son nuestros políticos, así fueron desde que empezó a gatear la República y así parece que seguirán siendo por un buen tiempo, solo que cada vez peor. Hasta un día…

Irrespeto

  Es importante que todos y cada uno de los miles de automovilistas que el miércoles pasado se vieron atrapados en el infernal tapón que se formó en la avenida 27 de Febrero, desde la Máximo Gómez hasta llegar prácticamente a la Dr. Defilló, sepan a quién agradecerle el mal rato: nada mas y nada menos que al síndico del Distrito Nacional, el productor de televisión Roberto Salcedo, a su equipo de campaña, y sobre todo a sus seguidores, que tuvieron la infeliz idea de organizar «un acto multitudinario», como lo describió Reynaldo Pared, en la avenida más transitada e importante de la Capital y en una hora «pico» como lo es la 5:30 de la tarde. Es probable que, en medio de la euforia política que empieza a apoderarse del peledeísmo, ni Salcedo ni sus asesores tomaran en cuenta el trastorno que provocarían a miles de ciudadanos que regresaban cansados de trabajar a sus casas, pues estamos en campaña y hay votos que conquistar. Que quede claro, de todas maneras, que no hay forma de calificar la organización de ese «acto multitudinario», a esa hora y en plena 27 de Febrero, que no sea como un irrespeto y una falta de consideración del síndico hacia sus munícipes.

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