Dio grima ver a una gloria del arte popular como Johnny Ventura forcejeando y discutiendo con unos policías nerviosos, casi desbordados por la situación, pues como todos sabemos nuestros “agentes del orden” (no tengo que explicar las comillas) no son reconocidos por el uso prudente y comedido de la fuerza y las armas sino por todo lo contrario, y bien pudo ocurrir una desgracia que todos estaríamos lamentando. El conocido merenguero, quien dirige la Coalición por la Defensa de la Constitución, consiguió con su valiente gesto hacer valer el derecho a la protesta de un grupo de artistas plásticos que pretendían pintar un mural, pero pudo ser lo último que hiciera en la vida como proclamó en medio del forcejeo, con lo que al parecer “convenció” a los policías de que esos artistas tenían derecho a pasar al perímetro restringido. Lo sucedido, o mas bien lo que pudo suceder, debería servir de advertencia a quienes desde el poder creen poderlo todo, como por ejemplo poner en estado de sitio al Congreso Nacional, en su despropósito de desafiar los límites que impone la Constitución a su mandato. Por eso hay que decir y repetir que mantener ese poder del Estado bajo un cerco policial es un espectáculo inconcebible en cualquier democracia, incluída la versión tropicalizada a la que nos hemos acomodado como nos acostumbramos a convivir con el calor, los mosquitos, y los políticos corruptos y sinvergüenzas. También puede ser escenario, como consecuencia de la crispación que se vive y respira en su entorno, de una tragedia como la que el pasado martes pudo arrebatarnos a una gloria del arte nacional que, como Johnny Ventura, se expuso a que se le pegara un tiro discutiendo con unos policías que no deberían estar ahí. Pero mañana podría correr el mismo riesgo cualquier ciudadano que no sea tan conocido, que simplemente quiera ejercer su derecho a protestar contra las acciones de los falsos demócratas que se comportan como verdaderos dictadores.