Qué se dice
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Qué se dice <BR><STRONG>Bla bla bla</STRONG>

Mientras se discute, al más alto nivel de nuestra Justicia, si conviene o no modificar el Código Procesal Penal, al que muchos responsabilizan del desbordamiento de la delincuencia y la criminalidad, “la vida prosigue su agitado curso”, como decía Rodriguito, y de qué manera. Ayer en Puerto Plata, por ejemplo, un hombre que hace apenas cinco días salió de la cárcel por homicidio, donde apenas cumplió dos años de reclusión, mató a cuchilladas a dos hombres e hirió a una mujer durante un incidente todavía no aclarado por la Policía, en tanto en Montecristi un agricultor murió de un balazo en la nariz que le propinó, con una pistola que portaba ilegalmente, un “amigo” que se cansó de cobrarle de buena manera 500 pesos que le debía desde hacía tiempo. Todo lo que se discuta y analice, sean en foros públicos o privados, en ánimo de evitar que estas cosas sigan ocurriendo será siempre bienvenido, siempre y cuando sepan sus promotores y auspiciadores que no será con palabras que se detendrá a la bestia desbocada.

¿Otro Bonao?

  Quizás sea el momento, tras lo ocurrido en Bonao, de poner atención a lo que está sucediendo en San Francisco de Macorís, donde la Fiscalía dispuso el retiro de los fiscales adjuntos del cuartel policial en protesta por alegadas “ejecuciones” de ciudadanos, la mas reciente un joven de 27 años asesinado de dos cartuchazos por una patrulla policial que luego se amparó en el consabido intercambio de disparos para justificar su muerte, perpetrada -junto a otras violaciones a la ley, según el licenciado Juan de Dios Rosario- por los responsables de velar por el orden público y la paz ciudadana. Como nadie quisiera que en la aguerrida provincia nordestana se repita la amarga experiencia de Bonao, donde la policía desplazó a los delincuentes como principal amenaza a la seguridad ciudadana, hay que suponer que a estas alturas San Francisco de Macorís ocupa un lugar privilegiado en la atención de las autoridades responsables del Plan de Seguridad Democrática.

Servicios públicos

 Tanto se nos ha dicho y repetido que esta es una economía “de servicios” que hemos terminado -de tanto escuchar la cantaleta- creyéndolo, pero solo hasta que tenemos la oportunidad de comprobar lo lejos que estamos de esa proclamada condición cuando demandamos cualquier tipo de servicio, trátese de una estación de expendio de combustibles o una gran tienda especializada en todo, tan de moda en estos tiempos, donde es frecuente tropezarse con la indolencia, la poca disposición de ánimo o la desidia de los que están llamados a atendernos, o mejor dicho a servirnos. Pero si se trata de una institución pública la cosa es mucho peor, como han tenido la oportunidad de comprobar varias familias residentes en la calle Mercedes Echenique, en el Mirador Sur, que llevan dos meses llamando a la CAASD para reportar, sin que nadie les haga caso, una avería por la que se han desperdiciado miles de galones de agua, un verdadero crimen en tiempo de escasez, racionamiento y ahorro como el actual, como bien saben los servidores públicos que tan mal sirven al ciudadano que paga sus facturas y sus impuestos.

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