Era lógico que nos preguntáramos, golpeados por la tragedia que el pasado cinco de diciembre le rompió el corazón a Villas Agrícolas, cómo ocurrió, de quién es la culpa de que ocurriera, y qué organismos son los responsables de evitar, haciendo cumplir las normas y protocolos de seguridad industrial, que esas desgracias ocurran, como es lógico también que no todas las respuestas a esas preguntas nos dejen conformes y satisfechos. Por eso sabemos, a una semana de la explosión que mató ocho personas, dejó un centenar de heridos y grandes daños a casas, vehículos, negocios y escuelas en los alrededores de Polyplas, que una gran fuga de gas natural fue lo que la provocó, y que tanto los propietarios de esa empresa como los de Trans-Gas, no obstante las tensiones y discrepancias sobre la forma de manejar una situación tan compleja y delicada, han asumido sus responsabilidades y dan muestras de asumir, también, las consecuencias. Como en otras ocasiones en que la tragedia nos ha golpeado sin pedir permiso ni avisar, deprime volver a tropezar con la triste realidad de un Cuerpo de Bomberos que a pesar de su gran desempeño en Polyplas opera con grandes limitaciones humanas, de equipos y recursos, por lo que no debe sorprendernos, aunque sí espantarnos, que la Unión Nacional de Bomberos se declare incapaz de supervisar adecuadamente las normas nacionales de seguridad en industrias, plazas y edificios, responsabilidad que comparte con los ministerios de Industria y Comercio y de Trabajo. Eso deja abierta la posibilidad de que lo que acaba de ocurrir en Villas Agrícolas vuelva a pasar, incluso muchísimo peor, Dios no lo quiera. ¿Cuándo aprenderemos que prevenir es mejor, y mucho más barato, que tener que lamentar?