El balance es desesperanzador. Solo cuatro legisladores, de los 190 que componen la matrícula de la Cámara de Diputados, se negaron a recibir los 300 mil pesos en bonos con motivo del Día de las Madres, por considerarlo contrario a sus funciones legislativas y una forma de corrupción legalizada, como lo describieron los representantes del Partido Alianza País Pedro Martínez y José Horacio Rodríguez.

La abrumadora cantidad de legisladores que decidió continuar con ese abusivo e ilegal reparto de dinero público en la Cámara de Diputados, donde el Gobierno del Cambio tiene mayoría, nos está enviando un mensaje que estamos en la obligación de escuchar, pues en algún momento tendremos que aprender a rechazar ese comportamiento como lo que realmente es; una burla a los electores y a la democracia, y un golpe bajo a la institucionalidad del principal poder del Estado.

Y a los primeros a los que hay que reprochar esa manera de comportarse es a los que prometieron, durante la campaña electoral, gobernar de manera diferente a los que estaban antes. Lamentablemente con el Barrilito, que solo era malo cuando la mayoría de los hoy senadores eran candidatos, nos dimos cuenta de lo difícil que resultará cambiar prácticas a las que nuestra clase política se resiste a renunciar.

Y con los bonos con motivo del Día de las Madres, otra aberración difícil de defender y justificar, está pasando lo mismo; y de nada han valido las críticas en las redes sociales y los editoriales en los periódicos, pues les entran por un oído y les salen por el otro.

Tal vez por eso no ha sido posible que Alfredo Pacheco escuche a quienes le reclaman que diga en qué ley se basó para repartir, de manera graciosa, mas de cincuenta millones de pesos, que se ha quedado tan tranquilo y relajado que ni siquiera se siente en la obligación de dar explicaciones. Aprender a rechazar, con nuestros votos, esos comportamientos, es la gran tarea pendiente.