El jefe de la Policía Nacional ideal es aquel que haga el milagro de los panes y los peces para que multiplique en el acto el número de agentes disponibles y que mejore ipso facto los salarios y la preparación técnica y profesional del pesonal y que ponga en sus manos abundancia de recursos para combatir el crimen como son los autos patrulleros, la buena comunicación por radio y las ventajas de la informática para el manejo instantáneo de informaciones mientras se realiza el trabajo en las calles o en los destacamentos. Un excelente jefe policial sería también el que lograra que la justicia sea estricta y no suelte con facilidad a los acusados, sin reparar siquiera en la reincidencia que los delata como avezados delincuentes. El comandante del cuerpo del orden que el país necesita sería uno que puede desempeñar su trabajo sin las presiones que los poderes políticos y económicos ejercen a veces en apadrinamiento de causas para que determinadas investigaciones no lleven el curso que beneficia a la sociedad sino a conveniencias particulares. Parece demasiado claro que un cambio de mando resultaría insuficiente si el cuerpo del orden va a seguir a manos peladas.
Sobre minorías
No es intrínsecamente negativo que en un país de libertades democráticas los políticos muestren cierta tendencia a la dispersión a través de la creación de partidos que resultan de escasa militancia. Ciertamente que la atomización de entes partidarios siempre ha sido criticada en este medio y es considerada como una consecuencia de afanes de protagonismo y como recurso para alcanzar principalías inmerecidas y satisfacer apetencias. Sobre todo después que una ley obliga a darles dinero del presupuesto a las organizaciones políticas reconocidas, incluídas las que no son mayoritarias. Pese a ello, hay que cuidarse mucho de no echar a todo el mundo en el mismo saco y menos aún descalificar a los grupos y proyectos políticos por el solo hecho de contar con pocos seguidores, pues las minorías pueden y deben jugar un papel útil a la democracia. Total, los perjuicios a la sociedad que se atribuyen a la política y a los políticos están indefectiblemente asociados al proceder, pasado o presente, de dirigentes de las llamadas fuerzas mayoritarias.
Que la ley no se tuerza
La colocación desde hace algún tiempo de ayudantes fiscales en los destacamentos y oficinas barriales fue recibida como una conquista para la sociedad. Una forma que podría resultar práctica de trazar límites basados en el Derecho sobre el ejercicio de fuerza que corresponde a los agentes policiales.Estos funcionarios del Ministerio Público dan con su presencia cierta garantía de aplicación de los procedimientos jurídicos en el trabajo policial. Están allí para legalizar lo correcto y desautorizar lo incorrecto. Pero el éxito total del programa va a depender mucho de la vigilancia que permanentemente exista sobre las relaciones de los ayudantes fiscales con los uniformados y con la comunidad. En el marco de las querellas barriales, la aplicación incorrecta del nuevo código de procedimiento podría constituirse en una fuente de frustración para las personas que acuden a las fiscalías barriales en busca del auxilio de la ley creyendo que van a estar de su lado, y puede ocurrir que la aplicación festinada de las nuevas normas sirva más para proteger a los agresores que a los agredidos.