Quienes le tienen un velón prendido a Santa Catalina deben elevar el tono y la intensidad de sus oraciones, y de ser posible invocar el auxilio de la santería vudú a la que tanta confianza le tienen nuestros vecinos, si quieren impedir que se frustren los esfuerzos del Gobierno por evitar que las plantas a carbón que construye Odebrecht sean arrastradas hacia el abismo por la fuerza centrífuga del mayor escándalo de corrupción pública de nuestra historia. El Procurador General, Jean Alain Rodríguez, no ha podido convencer a nadie de que el entramado de sobornos y corrupción que hizo posible que esa empresa obtuviera contratos para construir otras 17 obras exceptuó la termoeléctrica de Punta Catalina, y por eso nadie le va a creer tampoco su aclaración de que no hubo sobornos en su proceso de licitación y adjudicación, aunque no tuvo mas remedio que admitir, porque los papeles que llegaron desde Brasil así lo consignan, que existen “indicios serios y graves” de que para la aprobación del financiamiento en el Congreso sí hubo sobornos. Para complicarle aun mas el panorama al gobierno un reportaje publicado ayer por este diario, que utilizó como fuente documental la instancia que envió el Ministerio Público al juez Francisco Ortega solicitando las medidas de coerción para los catorce imputados por recibir sobornos, deja establecido que la mayor cantidad de transferencias (US$33,839,359 en total) que recibió el empresario Ángel Rondón, señalado en el expediente acusatorio como la persona encargada de sobornar a legisladores y funcionarios para aprobar préstamos en el Congreso Nacional, fueron hechas en el 2014, año en el que la única obra que se otorgó a Odebrecht fue Punta Catalina. Sume usted dos mas dos y se dará cuenta porqué no se puede tapar el sol con un dedo, y mucho menos usar ese mismo dedo, como pretende el gobierno, para acusar a otros del mismo delito que ha cometido.