Justo cuando la opinión pública bosteza de aburrimiento por culpa del culebrón sin final de Odebrecht, y la omnipresente delincuencia, a pesar de los esfuerzos de los organismos de seguridad, sigue robándonos el sueño y la tranquilidad, nos enteranos a través de la Agencia Francesa de Prensa (AFP) de que la fiscalía dominicana firmó un acuerdo con el ciudadano francés Christopher Naudin, quien guarda prisión en una cárcel dominicana acusado de ayudar a escapar a dos pilotos de su país condenados a 20 años por narcotráfico, que le permitiría a este cumplir en su país la condena por su delito. El despacho de la AFP señala que Naudín, apresado en Egipto y extraditado a la República Dominicana, aceptó declararse culpable de tráfico ilícito de personas por haber declarado en Francia que participó en la espectacular fuga de sus compatriotas, acuerdo que se depositó mediante el procedimiento penal abreviado en el Séptimo Juzgado de la Instrucción del Distrito Nacional para su homologación. Era previsible, en realidad, que se le buscara ese bajadero al caso de Naudin, cuya estancia en una cárcel del tercer mundo, por más que lo hayan acomodado, será un mal recuerdo con el que tendrá que lidiar el resto de su vida, razón por la cual debe haberse arrepentido mil veces de la arrogancia que lo llevó a ufanarse públicamente de haber burlado nuestras leyes. Pero el secretismo del que se rodeó ese acuerdo, y mas que nada el hecho de que la opinión pública dominicana se enteró a través de la prensa francesa de su existencia, lo hacen parecer turbio y pecaminoso, cuando la realidad es que la Procuraduría General de la República actuó bajo el amparo de un acuerdo de extradición existente entre Francia y la República Dominicana. ¿Por qué tanto misterio entonces? Quizás no fue esa la intención, pero cuando las cosas se hacen a escondidas, solía decir mi abuela, es porque se quiere esconder algo. ¡Y cuánta razón tenía!