El buen periodismo mandaba poner en el mismo contexto el masivo asalto en el parque de Las Praderas, donde cinco hombres armados despojaron de sus pertenencias a mas de treinta personas, con el discurso de rendición de cuentas pronunciado horas antes por el presidente Danilo Medina, donde señaló que la criminalidad del país se ha reducido en un 10.4%. También mandaba reseñar que ese día la jornada concluyó además con tres asesinatos, incluido el de un oficial de la Policía, en Santo Domingo, La Romana y Verón, Punta Cana, donde un empresario venezolano fue asesinado frente a su residencia por dos sicarios que se desplazaban en una motocicleta. Fue pura coincidencia, claro está, pero también una contundente demostración de lo desbordada que está la criminalidad, cada vez más audaz y desafiante. No hace falta ser un experto en seguridad para saber que la audacia y el desparpajo que exhiben delincuentes comunes y criminales tiene una explicación: le perdieron el miedo y el respeto a la Ley y a la autoridad que la representa, que no ha conseguido meterlos en cintura ni con los letales intercambios de disparos que, en la práctica, equivalen a sentencias de muerte o ejecuciones extrajudiciales, como las llaman los organismos internacionales de derechos humanos. Lo que nadie quisiera, Dios nos libre, es que los asaltos masivos, y a plena luz del día, se pongan de moda, que no podamos sentirnos tranquilos ni seguros en el Mirador Sur, en el Botánico, en un restaurante repleto de parroquianos o en cualquier otro sitio público, pues lo que acaba de ocurrir en el parque de Las Praderas horripila y mete miedo de verdad. Mientras esas cosas estén pasando será muy difícil, para no decir imposible, que nuestras autoridades puedan convencer a la población de que la criminalidad en el país se ha reducido en un tanto o en un cuanto por ciento, aunque sea verdad. Y eso incluye, por supuesto, al Presidente de la República.