Alguien dijo por ahí que fue un error del Ministro de Educación decir que las declaraciones del obispo de Baní, monseñor Víctor Masalles, criticando con dureza la ordenanza 33-2019 con la que se pretende implantar la equidad de género en las escuelas no representaba la opinión de la Iglesia Católica, que al otro día emitió un comunicado, a través de la Conferencia del Episcopado Dominicano, calificándola de nociva y carente de sustentos que permitan su aplicación, por lo que rechaza su inclusión en el diseño curricular. Pero basta una lectura “por arribita” a ese comunicado para darse cuenta de que los obispos exageran la nota, como la exageró también hace unos días el dirigente de la Fuerza Nacional Progresista (FNP), Pelegrín Castillo, cuando dijo que es parte de una trama antinacional. Quien conoce la naturaleza profundamente conservadora de la sociedad dominicana no se sorprende de tanto alboroto ni de los golpes de pecho que ha provocado la intención, porque hasta ahora es solo eso, del Ministerio de Educación de implantar la igualdad de género en el sistema educativo, como tampoco se sorprendería si esas reacciones hacen recular al Gobierno, que no parece estar en el mejor momento para abrirse un nuevo frente, mucho menos con la poderosa, por influyente, Iglesia Católica. Pero si el ministro Antonio Peña Mirabal se hubiera tomado la molestia de socializarla, como se dice ahora, para que todos la conozcamos a fondo y no alberguemos dudas sobre su verdadero propósito y naturaleza, quizá no estaría ahora en el trance de tener que salir a defender esa ordenanza como quien justifica y defiende un atentado contra la salud emocional y moral de niños y adolescentes o la integridad de la sagrada familia y los principios cristianos que la sustentan. (Amén)