Lo primero que pasó por mi mente, al leer la noticia en el periódico, fue una pregunta. ¿Cómo los encontraron tan rápido y cómo los identificaron a todos? Hablo de los 137 ilegales haitianos que, según una nota de prensa de la Dirección General de Migración, fueron apresados en Villa Tapia y expulsados del territorio dominicano luego de que el pasado domingo ocuparon el parque central de ese municipio, lo declararon “tierra libre”, e izaron la bandera de su nación junto a la enseña dominicana; y todo eso, según las crónicas, delante de un impertérrito busto del patricio Juan Pablo Duarte. Vale recordar que la acción de los haitianos, que acompañaron con cánticos festivos y ruidosa música de ga-gá, fue considerada como una provocación y una ofensa a la dominicanidad, lo que desencadenó una intensa y extensa –gracias a la redes sociales– oleada de rechazo, exacerbada por el nacionalismo que muchos compatriotas llevan a flor de piel cuando se trata de nuestros vecinos. Tal vez fue ese el motivo por el cual fueron tan diligentes y eficientes los inspectores de Migración enviados al lugar de los hechos, donde se produjeron redadas y detenciones en comunidades rurales de Villa Tapia, operación que culminó con el apresamiento de los provocadores y su inmediata deportación a través de la frontera con Dajabón, a donde fueron llevados en autobuses bajo la vigilancia de miembros de las Fuerzas Armadas. Pero antes de que diga Colorín Colorado, como en toda historia con final feliz, hagamos votos para que no sea necesario otro “ultraje a la dominicanidad” para que podamos darnos cuenta de que tanto la Dirección General de Migración como las Fuerzas Armadas están en capacidad, si realmente se lo proponen, de perseguir, apresar y deportar a los haitianos ilegales que nos salen hasta en la sopa, o de impedir que entren a territorio dominicano como Pedro a su casa.