Candela por arriba y candela por abajo, como la arepa, es lo que está recibiendo el presidente del Senado, Reinaldo Pared Pérez, luego de que su exabrupto autoritario solicitando a los diputados que sometan a un juicio político a los tres jueces del Tribunal Superior Electoral (TSE) que votaron a favor de la anulación de la convención del PRD lo convirtieron en el blanco de las críticas por lo que se considera una injerencia inaceptable, además de afrentosa, en otro poder del Estado. Lo peor del caso es que, aparentemente, el también Secretario General del PLD no leyó, o solo lo hizo por arribita, la sentencia que perturbó más allá de lo comprensible el ánimo del danilismo, a tal punto que está hoy todo el mundo preguntándose qué planes maquiavélicos se han urdido con el PRD chiquito de Miguel Vargas que esa decisión ha puesto en peligro de fracasar. Porque solo eso explica la reacción, fuera de toda proporción, de movilizar a cuatro funcionarios para tratar de obligar con presiones y amenazas al presidente del TSE, Román Jáquez Liranzo, a variar el contenido de una sentencia que se puede recurrir en las instancias que establece nuestro ordenamiento jurídico sin necesidad de hacer tanto alboroto ni infligir un daño innecesario, y tal vez permanente, a la institucionalidad democrática del país. De lo que nadie parece tener dudas es de que la andanada oficialista contra la independencia del Poder Judicial, puesta de manifiesto, de manera grosera, con el trato que se le dio a la jueza Miriam Germán durante las evaluaciones del Consejo Nacional de la Magistratura, está directamente relacionada con la reelección, una maldición que arrastramos desde la agitada infancia de la República por culpa de la desmedida ambición de políticos sin escrúpulos que nunca creyeron en la democracia.