Era natural que llamara la atención el gran contraste entre el Teleférico de Santo Domingo, que sus constructores esperan inaugurar a finales de este mes, y su arrabalizado entorno, y el primero en estar consciente de esa realidad es el propio Gobierno, que está pintando de azul los techos de las casas buscando darle uniformidad al paisaje de pobreza que contemplarán sus usuarios, pero también ha hecho pintar grandes murales en sus paredes con temas alusivos a nuestra cultura como parte del programa “El Teleférico Conecta Tu Vida” que ejecuta la Dirección General de Programas Especiales de la Presidencia (Digepep). Ese inocultable contraste entre pobreza y modernidad, que ya vivimos durante la construcción del Metro aunque muchos lo hayan olvidado, ha servido de munición a los críticos del proyecto, que incluye el remozamiento de las aceras y contenes, así como el asfaltado y la construcción de los sistemas de drenaje de las calles aledañas a las estaciones. Desde luego, ese paño con pasta y además tan limitado no es suficiente para satisfacer las expectativas de los residentes de los sectores directamente afectados como Los Tres Brazos, Gualey y Sabana Perdida, que lógicamente se dispararon con la construcción de una obra de tal magnitud; pero rescatar esos sectores, o reubicar a sus moradores, no está en los planes ni en el presupuesto del Gobierno. De todas maneras un medio de transporte que beneficiará a más de 300 mil personas tendrá, necesariamente, un impacto positivo en los residentes del Gran Santo Domingo, que tendrán que aprender a convivir con una obra que es también un monumento a los violentos contrastes entre modernidad y pobreza que se dan silvestres en el subdesarrollo en el que estamos atrapados.