El milagro de la multiplicación de los panes y los peces se queda chiquito ante el que ha logrado el gobierno de los tiempos que corren: que la economía dominicana creciera a un porcentaje mayor que el de China; y mientras allá creció con el inevitable componente de un aumento considerable del consumo de petróleo, aquí fue lo contrario. Es decir: el factor fundamental para multiplicar los bienes y servicios, que no es otro que el constituido por los hidrocarburos, aquí, aparentemente, no fue necesario para acrecentar el Producto Interno Bruto, sino todo lo contrario, pues ha bajado la demanda de carburantes. Bien lo dijo el economista Andrés Dauhajre al resaltar las paradojas del crecimiento local: los chinos van a tener que venir a este país en busca de la fórmula de este extraordinario crecimiento sin más petróleo y el mundo entero les agradecería muchísimo que lograran, como aquí (?) un enorme desarrollo sin presionar los precios internacionales del crudo.
Una pequeña apostasía
Hay hechos que por su magnitud, materialmente hablando, no son importantes pero sí por el significado que encierran y por la posibilidad de que muevan a imitación. Se divulgó la noticia de que el cuerpo de bomberos de Boca Chica está integrado por un personal armado hasta los dientes. En contradicción con la mística y razón de ser del benemérito servicio que caracteriza al bombero, aquí y en todas partes, en vez de mangueras, hachas, extintores, los señores apagafuegos de la comunidad bocachiquecense exhiben y hacen ostentación de armas de fuego, y su actitud causó asombro, a propósito de la reciente ceremonia de juramentación de las nuevas autoridades municipales del sitio. ¿De cuándo a dónde, tienen que estar los bomberos apertrechados con recursos para herir y matar si su misión es salvar vidas y bienes, inspirando confianza permanentemente en la comunidad al ser útiles sólo para eso?
Los llaman oasis
Las funciones y servicios del Estado Dominicano han ido expandiéndose sin uniformidad. No es lo mismo pasar a engrosar el personal de algún departamento común y corriente de Agricultura, Educación o Salud Pública que pegarse en algún flamante organismo semiautónomo, con independencia financiera, de esos de nuevo cuño. Y si es uno de los que además ahora se rigen por el patrón dólar para fijar sueldazos, entonces el tecnócrata o político bien enllavado que logre posición, llega a la gloria de ingresos que contrastan agudamente con los que percibe el dominicano promedio, y sobre todo, en relación a lo que mensualmente ganan los funcionarios medios y empleados públicos del montón. La Administración Pública cuenta con unos oasis de abundancia. Los hospitales y escuelas que dan pena, están en el otro extremo.