Resulta desmoralizante leer en los periódicos, en medio de la crisis de inseguridad en la que vivimos por culpa de la desbordada delincuencia, que en Nagua un segundo teniente y dos sargentos de la Policía fueron apresados luego de ser sorprendidos cuando transportaban en una camioneta de la institución 87 galones de gasolina que habían sustraído de la Comandancia de la institución. Y no solo para los ciudadanos, que contemplamos con espanto y horror cómo aquellos llamados a proteger nuestras vidas y bienes se dedican a todo lo contrario al amparo de su uniforme y su autoridad, sino también para quienes dirigen la Policía, que no han encontrado la forma de evitar las malas acciones de su miembros, pero sobre todo que se produzcan con tanta frecuencia, con los consecuentes daños a su imagen y credibilidad. Alguien dijo alguna vez, con mas cinismo que ganas de ayudar, que la sociedad dominicana tiene la Policía por la que paga, y aunque nadie discute que pagándole siete mil pesos a un raso para que salga a la calle a jugarse la vida no podemos aspirar a tener la que necesitamos con tanta urgencia, tener delincuentes con uniforme mejor pagados puede resultar, además de ilógico, contraproducente. Parece un círculo vicioso y realmente lo es, sobre todo para quienes pagamos las consecuencias de vivir en medio de los sobresaltos y la inseguridad, que a estas alturas no sabemos qué es peor; si un delincuente común, de los que tanto pueden arrebatarnos un celular como arrebatarnos la vida, o uno que lleva placa, uniforme y licencia para matar en nombre de la autoridad que representa.