“Tan convencidos están de que se van que quieren secuestrar el Ministerio Público para garantizarse impunidad”. Tan pronto el colega me soltó a boca de jarro su “reflexión” se me quedó mirando, expectante, sin saber todavía si iba a conseguir que me enredara en una conversación de pasillo sobre un tema que, por culpa del ruido provocado por la suspensión de las elecciones municipales, no ha recibido la atención que merece. “Fue un palo acechao (el hombre volvió a la carga), con toda la mala fe del mundo. Y eso no lo hace Jean Alain por su cuenta; ese es un plan que viene de arriba”. Quería meterme para lo hondo, pero no hace falta ser científico ni politólogo para darse cuenta de que una movida tan descarada, con un propósito tan claro, no podría hacerse sin la aprobación del Palacio Nacional. Por supuesto, no quise lastimar su ego de analista. “Pero no están inventando nada nuevo. Ya trató de hacérselo Balaguer a don Antonio y no funcionó, pues cuando el viejo se puso la ñoña desconoció todo eso. Si yo fuera Abinader, no me preocuparía mucho por las diabluras que está haciendo ahí el Procurador”. ¿Cómo negarle la razón? Y además se lo dije, lo que dibujó en su rostro una sonrisa de satisfacción. Voy a tener que consultarte más a menudo, rematé, con ánimo provocador yo también. El colega hizo una pausa casi larga, como quien calcula si vale la pena darse por enterado del sarcasmo, antes de soltarme la última ráfaga y seguir su camino. “Y te voy a decir algo. Eso que está haciendo Jean Alain con los fiscales no es la única prueba de que están preparándose para cuando se vayan. ¿Por que tú crees que han gastado millones de pesos dizque dignificando nuestro sistema penitenciario y construyendo recintos nuevos? Los peledeístas se acostumbraron a vivir bien y las cárceles en este país son muy sucias e incómodas; se pasa demasiado trabajo”. Quise responderle diciéndole ahí te pasaste, pero me dejó con la palabra en la boca.