QUE SE DICE
El nuevo patrono

QUE SE DICE <BR>El nuevo patrono

Si es verdad -nadie, desde el gobierno, lo ha desmentido todavía- todo lo que cuenta la crónica de Manuel González Espinosa, corresponsal de este diario en San Juan de la Maguana, los sanjuaneros tienen motivos de sobra para estar de plácemes; no todas las provincias del país pueden darse el lujo de tener entre sus distinguidos munícipes a 36 inspectores de la Presidencia de la República, 25 inspectores adscritos a la secretaría de Industria y Comercio, y siete sub-secretarios de Estado, pertenecientes a carteras tan distintas como Deportes, de la Mujer o Salud Pública, entre otras, a los que habría que sumar otro grupo -según el cronista- de inspectores y empleados del llamado Gabinete Social pendientes de nombramiento en los días por venir. Habrá quien vea en ese «festival», que resulta cuesta arriba imaginárselo igual o parecido en otras provincias del país, una flagrante contradicción con la proclamada austeridad conque se llenan la boca algunos funcionarios, que difícilmente puedan justificar la abundancia de cargos públicos de esa jerarquía y salarios en una provincia con la población y las características socioeconómicas del llamado Granero del Sur. Pero en lo que se averigua el caso, si es que algún día se averigua, no queda otro remedio que rendirse ante las evidencias: San Juan de la Maguana tiene un nuevo patrono.

De lo deseable a lo practicable

Hay demasiados cabos sueltos todavía, mientras llegan las explicaciones prometidas en torno a las medidas de ahorro de combustibles dispuestas por el gobierno, como para ponerse a criticar o buscarle periquitos a la decisión de restringir un día a la semana la circulación de vehículos de motor, tanto públicos como privados, en función del terminal de las placas, a pesar de que no han transcurrido 24 horas del anuncio gubernamental cuando ya los periódicos están llenos de críticas y opiniones adversas a la medida. Y no se trata, como dijo alguien por ahí, de que esa decisión viola el derecho al libre tránsito de los ciudadanos que consagra la Constitución, sino de algo mucho más simple y elemental, que debió tenerse en cuenta si se quiere que la medida sirva para lo que fue concebida; la alternativa que se ofrecerá a todos aquellos que dejarán su automóvil en casa, pero que deben salir a la calle, al igual que todos los días, a cumplir con sus múltiples responsabilidades. ¿Es justo que un gobierno obligue a los ciudadanos a despojarse de su medio de transporte, aún en nombre de una razón tan válida como el ahorro de combustibles, en un país con un sistema de transporte público tan ineficiente y tan poco seguro?

Complacencia para tontos

La casi gozosa complacencia conque muchos han visto cómo en New Orleans, al igual que en el Tercer Mundo de nuestros amores y dolores, se saquean y se destruyen tiendas y comercios en medio del caos y la anarquía que ha dejado como secuela el paso del huracán Katrina, se parece demasiado al consuelo de los tontos que celebran el mal ajeno como si fuera propio solo porque lo justifica. Esa gente olvida que los desesperados habitantes de New Orleans están hechos del mismo material que los dominicanos, los iraquíes o los tailandeses, para poner tan solo unos cuantos ejemplos, y que en determinadas circunstancias, sobre todo en las extremas, los seres humanos son gobernados por los mismos instintos, sobre todo por el más dominante; el de supervivencia. Siempre es posible, sin embargo, sacar algunas lecciones importantes de toda gran tragedia, aún de la más ajena y distante, mucho más si se trata de una catástrofe que, por su magnitud, ha desbordado la capacidad de respuesta de la nación más poderosa del planeta. Así que, amigo lector, saque usted su propia moraleja.

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