QUE SE DICE
Elogio a la modernidad

QUE SE DICE <BR>Elogio a la modernidad

Provocan verdadera envidia los lujos que pueden darse los países modernos y civilizados, de los que nos conviene copiar pues se supone que hacia allá, tarde o temprano, es que vamos. Un político de Viena acaba de sugerir a las autoridades de la ciudad que tomen muestras de ADN a todos los perros de la capital austríaca, a fin de poder multar a los irresponsables dueños que dejan los excrementos de sus queridas mascotas en las aceras.

Gracias a ese científico análisis, que costaría alrededor de 75 euros y tendría que pagar el dueño del perro «depositante», se podrá determinar con absoluta precisión hasta de qué pata cojea el can responsable de la infracción así como el nombre y la dirección del propietario, hasta ahora en total libertad de hacerse el loco (igualito que aquí) pues para poder amonestar a los violadores de la ley hay que sorprenderlos «in fraganti». Si las autoridades austríacas finalmente acogen la sugerencia del preocupado político, los vieneses habrán resuelto un enojoso y maloliente problema municipal. A quien Dios se lo dio…

Baratijas

Muy lejos está un pobre y atrasado país como República Dominicana de poder emular semejantes avances de la ciencia y la tecnología aplicados a la gestión municipal, lo que no quita que, al igual que cualquier mortal que viva en esta aldea planetaria, nos dejemos deslumbrar por las baratijas que esa misma modernidad pone a nuestra entera disposición, aunque el simple hecho de utilizarlas no nos convierta -per se- en modernos. ¿Debemos considerar «moderna» a la mujer que, tal y como publicó ayer El Nacional en su portada, puede llamar desde su celular a las autoridades para que vengan a rescatarla del peligro a que la expone el haber construído su miserable ranchito a orillas del arroyo Gurabo? ¿Merece Herminio, el paletero de la esquina, que se le considere el vivo ejemplo de la globalización solo porque es un experto en jockey de hielo, al que apuesta de vez en cuando sus chelitos, a pesar de que en su azarosa existencia no ha visto nunca una pista de patinaje? ¿Nos convertirá automáticamente en modernos la construcción del Metro de Santo Domingo, bautizado por el presidente Fernández, para endulzarnos un poco la píldora, como «El Tren de la Alegría»? Tómese su tiempo antes de responder.

¡Pobre clase media!

Sea parte de su estrategia política personal o producto de una legítima preocupación por el destino de una clase a la que el senador Jose Tomás Pérez pertenece por derecho propio, lo cierto es que el legislador parece ser el único representante del «oficialismo» (las comillas, en su caso, no precisan muchas explicaciones) al que le importa la triste suerte de la vapuleada clase media dominicana. Por eso sugiere que se incluya a sus hogares en el subsidio al gas propano, que a partir del próximo mes de junio -según anunciaron recientemente las autoridades- solo se concederá a las amas de casa de escasos recursos. Huérfana de padrinos y dolientes nuestra clase media ha sido condenada, probablemente por su natural vocación a pagar sus impuestos (¿qué otra cosa puede hacer si se los sacan de los bolsillos?) y honrar sus deudas, a cargar con gran parte de la recuperación financiera de las distribuidoras eléctricas a través del expedito recurso de la sobrefacturación, como han podido comprobar miles de indignados e impotentes usuarios.¡Así sí es bueno!

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