La comunicación prensa-gobierno está empobrecida en los niveles superiores por la mucha distancia a que generalmente se coloca el Presidente Leonel Fernández de los reporteros. Sin contar al presidente cubano Fidel Castro, el nuestro es el mandatario latinoamericano menos dado a conceder ruedas de prensa formales resulta difícil recordar cuál fue la última vez que ofreció una-, mientras que las informales han pasado a escasear como muelas de gallina. Hay quienes hablan desde el gobierno; es cierto; pero generalmente se trata de funcionarios que manejan con tono científico los temas económicos, mientras otros usan la palabra más para solapar o eludir que para afirmar, o se quedan en los planos generales de los asuntos. O sencillamente, su jerarquía está detrás en importancia de los temas que abordan. Un chusco de tertulia periodística comentó la noche del miércoles que el colmo es que ahora desde el oficialismo se pretenda que para conocer la visión o pensamiento del Presidente haya que ir a la Feria Ganadera donde tiene efecto una ofensiva promocional con sabor reeleccionista.
La comunicación y sus facetas
Habrá quienes afirmen que de todos modos el silencio, bien administrado, alcanza en nuestro insólito medio político la categoría de virtud. A mas de que el desenfreno verbal (el otro extremo del asunto) ha sido evidentemente desastroso. El que lo dude solo tiene que mirar hacia Hipólito Mejía. Dicen que el punto medio de esta escala entre decir y no decir lo representa Miguel Vargas Maldonado, del que se podría afirmar que ni habla ni calla, pues no ha habido forma de conocer bien su pensamiento y discurso fuera de lo que hizo en Obras Públicas en donde estuvo libre de conflictos y escrutinios. Los silencios del Presidente, al menos, se prestan a interpretaciones a veces estremecedoras- y mientras él más enmudece, más grave entiende la gente- que son las cosas sobre las que prefiere no comunicar ni decidir. En cuanto a Vargas Maldonado, trascendió que el aspirante presidencial favorito de los perredeístas se prepara para salir al ruedo a hablar hasta por los codos.
¿Qué hace Winston aquí?
Al histórico sir inglés Winston Churchill le cayeron los palitos en días pasados cuando en la serie Calles y avenidas de Santo Domingo que escribe la excelente periodista Angela Peña en este diario, el historiador y político Hugo Tolentino expuso la absoluta falta de mérito del famoso británico para que su nombre esté asignado a una de las avenidas más importantes de la Capital. Nada lo vincula a los dominicanos, y no hay razón para suponer que en alguna ocasión de su vida tomó en cuenta para algo a esta nación. Lo peor de los nombres injustamente asignados en este país es que nunca aparece alguna autoridad que mueva siquiera un dedo para cambiar las tantas denominaciones inmerecidas. Ni siquiera se toma en cuenta que para honrar a Churchill, el doctor Balaguer pretendió, en su momento, disminuir la grandeza del héroe de junio Enrique Jiménez Moya, cuyo nombre debía estar en toda la extensión de la avenida.