No se equivoca el expresidente Hipólito Mejía cuando afirma que en este país todo es posible, como por ejemplo que Ramfis Domínguez Trujillo, con quien dice le unen lazos de parentesco sanguíneo, pueda postularse a la Presidencia de la República a pesar de que se lo prohíbe la Constitución, ese ajado y manoseado pedazo de papel. En otro de sus arranques de repentismo o espontaneidad que tanto se le critican como se le elogian, el exmandatario reconoció la contribución de los políticos dominicanos a esa lamentable situación, incluyendo sus propias “metidas de pata”. “Después de todas las metidas de pata que hemos dado los políticos de este país todo es posible. Porque la verdad, hay que reconocer eso; los políticos hemos sido una frustración nacional. Hemos sido, y no me saco de eso”. ¿Estaría pensando, al hacer esa afirmación, en la atropellada reforma constitucional que promovió para poder repostularse e intentar la reelección? También tiene razón Hipólito Mejía cuando señala que la mayoría de los políticos dominicanos (incluyéndose, por supuesto) han recurrido a las prácticas trujillistas cuando llegan al poder, pero estoy seguro de que ninguno cometería el error de reconocerlo públicamente, mucho menos si ha dicho que quiere ser el candidato presidencial de su partido. Tampoco tuvo miramientos al declarar, a contrapelo de la lluvia de críticas que inundaron los medios de comunicación y las redes sociales desde que el nieto de Trujillo dijo públicamente que quiere cumplir su sueño de ser Presidente de la República, que su pariente también tiene “derecho” a aspirar y que respeta esas aspiraciones. Hay que agradecerle al expresidente Mejía la franqueza de reconocer que el trujillismo es un “librito” que siguen los políticos dominicanos cuando, disfrazados de demócratas, llegan al Palacio Nacional, pero también que siga tan errático y metedor de pata como siempre y que no haga nada por disimularlo.