Hay que apoyar a la Junta Central Electoral y su decisión de prohibirle todo tipo de proselitismo a políticos y partidos, que deberían ser los más interesados –no me cansaré de repetirlo— en que el árbitro goce de la confianza y la credibilidad de todos los jugadores, fanáticos incluidos. Parece algo tan obvio que no debería tener que decirlo y mucho menos repetirlo, pero todo el que le ha dado seguimiento al curso de los acontecimientos de las últimas semanas sabe que el recordatorio es redundante pero oportuno y pertinente. Para tranquilidad general la decisión del Pleno recibió el respaldo inmediato de representantes del PRM, el PRD y el PRSC, que sin embargo le reclamaron que ejerza su autoridad en todos los ámbitos si quiere recuperar plenamente la credibilidad perdida luego del traspié con el voto de arrastre. El delegado técnico del PLD ante la JCE, José Manuel Hernández Peguero, cercano al expresidente Leonel Fernández, también ofreció su apoyo a la resolución 10-2019, que pidió que de manera particular se haga cumplir a quienes promueven la reelección del presidente Danilo Medina. Al momento de escribir esta columna ninguno de los voceros del danilismo había reaccionado públicamente a la prohibición a pesar de que ha sido su despliegue de fuerzas por todo el país, en respuesta al acto multitudinario celebrado por el expresidente Leonel Fernández y sus seguidores en el Estadio Olímpico, la causa principal de que el organismo electoral se viera forzado a plegarse a las presiones para que ponga fin al desbordamiento de una campaña electoral anticipada. Pero creo que las declaraciones del danilismo acatando la prohibición no tardará en producirse, pues solo bajo la autoridad incuestionable y sin fisuras de la JCE, sean estas provocadas o autoinfligidas, podremos celebrar en paz la fiesta de la democracia. Y eso, hasta prueba en contrario, es a lo que aspiramos todos.