Es tan poca la vocación y disposición de perseguir y sancionar la corrupción que los ciudadanos le reconocen a sus autoridades que un sondeo realizado a través de las redes sociales por un  noticiero de televisión, a propósito de la reactivación, con maratónicos interrogatorios incluídos, de casos que creíamos olvidados como la compra de los Tucano  y la venta a un particular del barrio Los Tres Brazos, determinó que los que no consideran esas acciones como un show para desviar la atención  del escándalo de sobornos  de Odebrecht simplemente lo definen como “un bulto” que no conducirá a ningún resultado. Lo irónico es que han sido esas mismas autoridades, con el manejo que le han dado al caso,  las que han contribuido a crear esa percepción al convertir en un espectáculo dirigido a las masas sedientas de “sangre” y castigo para los corruptos el apresamiento de los imputados, a tal punto que se tomaron la molestia de filmar y editar un video del aparatoso operativo que luego enviaron   a los medios   para darle gusto  al morbo que siempre despierta la desgracia de nuestros semejantes. Es evidente, así las cosas, que el gobierno  cree que se beneficia con ese espectáculo, aunque solo sea para ganar tiempo, quitarse de encima el acoso de la Marcha Verde o desbrozar de obstáculos  el camino hacia la repostulación del presidente Danilo Medina en el 2020, pero también lo es que los afectados, sobre todo los “compañeros” que hasta hace  poco libaban las dulces mieles del poder junto a los que hoy son sus impiadosos acusadores, están convencidos de que  lo han  llevado demasiado lejos. ¿Pero realmente es así? ¿Llegará el caso Odebrecht hasta las últimas consecuencias y caiga quien caiga, como prometió el Procurador Jean Alain Rodríguez? ¿También el de los Tucano y la venta de Los Tres Brazos? Solo el tiempo puede traernos las respuestas, nos gusten o no.  Mientras tanto, el espectáculo debe continuar.