QUE SE DICE
La misma historia

QUE SE DICE <BR>La misma historia

Cada inicio de año escolar se repite la misma historia, que los periódicos recogen con profusión en sus páginas, pues las quejas llegan desde cualquier punto de nuestra insular geografía donde haya una escuela cayéndose a pedazos o, simplemente, no haya ninguna. Y el motivo de la queja, como siempre, es el mismo: estudiantes que se quedarán fuera de las aulas, sea porque las que hay disponibles no alcanzan para darle albergue a todos o porque las que existen, por hache o por erre, no están en condiciones de ser utilizadas para impartir docencia.

¿Cuántos estudiantes se quedarán este año fuera de las aulas? Todavía es demasiado pronto para saberlo, pero se puede apostar a que se contarán por miles, al igual que el año anterior, y que el anterior al anterior, y así sucesivamente. Si es p’alante que vamos, como repite la cantaleta oficial, hay que reconocer que todavía falta mucho por llegar a nuestro destino.

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Amagando

El gobierno sigue amagando pero no acaba de dar el definitivo golpe, que no es otro que decirle al país -de una vez por todas- en qué consiste el plan de ahorro de combustibles elaborado por sus técnicos y que ya reposa en manos del presidente Leonel Fernández. Solo falta, según el doctor Roberto Rodríguez Marchena, vocero gubernamental, que el mandatario emita los decretos correspondientes disponiendo las nuevas medidas, luego de sopesar cuidadosamente las implicaciones de cada una de esas medidas y el impacto que tendrán una vez aplicadas.

En ningún momento quiso Rodríguez Marchena adelantarse a los acontecimientos, soltar prenda sobre lo que vendrá, pues no quiere reducir el impacto del anuncio presidencial, según la amable explicación que ofreció a los insistentes muchachos de la prensa palaciega. Habrá que resignarse, no hay de otra, a seguir esperando el esperado plan de ahorro de combustibles, que sin duda supondrá nuevos sacrificios para la población, que a su vez quisiera ver que ese sacrificio tan necesario como urgente empiece por donde tiene que empezar: por el propio gobierno, obligado a dar el mejor de los ejemplos.

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El boche del general

Ojalá que el jefe de la Policía Nacional, que dice tener sus propios numeritos sobre la criminalidad que nos tiene al coger el monte, no confunda la gimnasia con la magnesia, en su afán de quedar bien al frente de un cargo que, en las presentes circunstancias, está sometido a extraordinarias presiones.

La diferencia entre las estadísticas que asegura poseer y las que acaba de hacer públicas la Procuraduría General de la República, de las que disiente el mayor general Bernardo Santana Páez, resulta irrelevante si la comparamos con el verdadero problema al que nos enfrentamos: la creciente violencia que nos acosa, que nos sale hasta en la sopa, y no solo la que ejercitan a diario, con diabólico desparpajo, nuestra silvestre delincuencia, sino la que practica cualquier hijo de vecino con una pistola al cinto, necesitado de un argumento tan condundente hasta para dirimir una simple querella de tránsito. La fiebre, general, no está en la sábana ni la han provocado los periodistas preguntones, por lo que salen sobrando los boches gratuitos a gente que, al igual que usted, solo trata de hacer lo mejor posible su trabajo.

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